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29 de junio de 2011

Sin palabras


-    ¿Qué haces aca? – preguntó sin soltarme Leo.
-    Vine a estar con vos. Te extrañaba. – contestó con esa irritante voz Adelise, tomandolo del brazo a Leo y forcejeando, exitosamente, para que me soltara.
-    ¿Y nunca pensaste que tal vez no querriamos verte? ¿Por qué no me sorprende…? – comentó Mocca. Lo tomé del brazo.
-    Hay, Martincito, ¡estas muy lindo! – opinó intentando tocar una de las mejillas de Mocca, a quien, con bastante agilidez, aparte. Me miró con odio.
-    ¿Cómo estas? – me consultó con falso interes.
-    Muy mal. – conteste con la misma sonrisa falsa.
-    Hay, que pena… Te dije que los chinos no son buen partido, supongo que alguno te rompio el corazon.
-    Ah, por mi corazon no te preocupes, esta mejor que el tuyo. – dije sin sacar esa molesta sonrisa de mi cara. No entendía como ese tipo de chicas podían mantenerla por tanto, debería ser una ardua practica hasta que te salga bien.
-    Muy graciosa, no creo que quieras una pelea en tu colegio. – me amenazó.
-    Bah, ni que me importara ¡Ya es diario! Ademas, tengo quienes me ayuden.
-    Seguro que yo tengo más en una sola clase. – me retó estúpidamente.
-    Como quieras, no me importa. Yo con mis tres gatos locos me basto. – contesté y me retire de ahí con Mocca y Marcos detrás.
-    ¿Qué gatos locos? – preguntó Marcos.
-    Vos, Leo y Mocca. – contesté tranquilamente - ¿O te molesta que te incluya?
-    Para nada, pero deberías incluir a los otros chicos, como Miggy o Simón…
-    No se, no creo que, en especial Simón, se quieran poner en contra de una chica como ella…
-    Pero aun no entiendo quien es…
-    Es la ex de mi hermano. – le informó Mocca. Su cara era muy seria.
-    Tranquilo, no vale la pena enojarse por una idiota. Nuestras neuronas merecen preservarse para futuro si vamos a tener que lidiar con mas de estas. – comenté pasandole un brazo por los hombros. Mocca se rió, aunque Marcos no lo entendió, aunque no teníamos tiempo para explicar ese chiste, ya que teníamos que formar.
Es el día de hoy que no entiendo porque en los colegios hay que formar para saludar a la bandera. No eramos estadounidenses con su amor por su país, eramos argentinos con nuestro amor por los otros países. Hay gente que no se sabe ni su propio himno, y que a la hora de “saludar” a la bandera no hacen mas que rascarse o hablar. Creo que, si lo que se busca con este saludo es demostrar respeto, el objetivo nos salia al revez. Ni yo, por mas patriota que sea, me sabía el himno que cantabamos por las mañanas (ya que por si no lo notaron, hay millones de himnos para cada cosa), y me parecía una pérdida de valioso tiempo (mas de media hora ciertos días por la falta de organización de los alumnos) que podríamos usar para otras cosas (como para dormir y no cabecear mas tarde en clases). Era una injusticia tanto para nosotros como para el pobre, aunque bastante crecido, orgullo nacional. Obviamente hay otras opiniones, esta es la mía, si le preguntan a un profesor puede que concuerde conmigo, pero no estoy segura de otros, y la verdad, no soy una fanática del ridículo para preguntar sobre el izamiento a la bandera a la primer victima que se me cruce.
Era el recreo, y, como de costumbre, andabamos revoleando cosas por ahí. Ya con tanto tiempo ma había vuelto un pibe mas, me consideraban “el chico gay” (aunque ese no fuera yo).
-    ¿Vieron lo buena que esta la nueva de quinto? – preguntó Simón.
-    Si, totalmente. – asintió el resto. Eso me enojó, y termine revoleando el borrador (que lo tenía yo) de la bronca. El pedazo de madera volo tan alto que golpeó con uno de los focos de luz (esos largos que parecen de emergencias), destorandolo en mil pedazos, los cuales calleron al piso dejandolo casi blanco. El estruendo había sido como un terremoto y no tardo mas de cinco segundos para tener a toda la secundaria en la puerta de tercero.
-    ¡bueno, tampoco para que te pusieras tan celosa! – comentó Miguel.
-    No estoy celosa, ¡alguien que los saque mientras junto los vidrios! – ordené refiriendome a los espectadores ajenos a mi clase.
-    Hacelo vos, nosotros nos encargamos de limpiar. – me dijo Mocca, entonces me dirijí a la puerta, cerrandola con un portazo.
-    ¡Vayanse idiotas! ¡Van a llamar la atención! – grite del otro lado del vidrio que permitia una vista “panorámica” de la clase. Se fueron llendo y solo quedo Leo.
-    Dejame pasar. – ordenó. Me negué.
-    Ni loca.
-    Dale, soy yo. – me intentó persuadir.
-    No dejes pasar a nadie. – ordenó Marcos.
-    ¿Qué hacemos con esto? – pregunto entonces Miguel sosteniendo un tercio del tubo.
-    Dame. – ordeno mi testaruda voz, y sin pensarlo, tire el tubo por una ventana que daba al techo de la otra clase. Fue otro estruendo y estallido, cullos pedazos rotos salpicaron como gostas de agua cuando tiran una piedra al mar, cortandome la palma de la mano.
-    Buena idea. – me felicitó Simón.
-    Mierda… - me quejé mirandome la mano sangrante. Todos gritaron de horror y dieron un paso atrás de la impresión menos Mocca, quien me tomó de la mano y me llevó a un baño, increíblemente desierto.
-    ¿Nunca pensas lo que haces, no? – preguntó con enojo.
-    Honestamente, rara vez. – respondí.
-    ¿Qué paso? – preguntó Leo entrando al baño. Miró mi mano cortada bajo la canilla abierta y dio un paso atrás, palideciendo.
-    ¿Te da impresión la sangre? – pregunté divertda.
-    Claro que no, no seas ridícula Luna. – negó Leo - ¿Cómo me va a dar impresión…? – caminaba hacía mi, y se detuvo para volver a retroceder al ver mi mano aun sangrante – Hay la puta madre…- insultó totalmente impresionado mirando para otro lado.
-    No puedo creer que te de miedo la sangre. – comenté con sorpresa.
-    No le da miedo, le da impresión. – aclaró Mocca burlandose de su hermano.
-    ¡No te burles! – se quejó Leo.
-    Cierto, Mocca, no te burles. – dije guiñandole un ojo a mi amigo – Es algo serio.
-    Cierto. Pero, para… ¿vos tambien me burlas? – consultó indignado.
-    ¿Yo? Por favor…
-    Me parece que mejor que avisemos a alguien de la herida, no para de sangrar. – anuncio Mocca preocupado.
-    Pero… no es para tanto, es un cortesito… - dije.
-    Ts… - rió amargamente Leo.
-    Luna, mirate, no para mas, y es un corte bastante feo. – explicó sacandome la mano de debajo de la canilla.
-    ¡Ponela de vuelta, idiota! – exclamó Leo impresionado.
-    No es nada. – dije yo.
-    Luna, vamos. – ordenó Mocca y me arrastro hacia secretaria. Si, secretaria, nuestro colegio ni siquiera tenia una enfermería.
Una de las cosas mas caracteristicas de mi persona era mi negación hacía las enfermedades. Siempre que me sentía mal lo negaba o, en caso de que este muy mal, decía que no era para tanto, por lo que podría tener neumonía (lo que ya me paso) y estar en mi cama sin decir nada al respecto (hasta que mi mama se dio cuenta por si sola y me dio un sermon de aquellos). Lo peor del caso es que no me daban miedo ni la muerte ni las enfermedades, es que… ¿Por qué preocupar a otros por algo que podría no ser para tanto? Se que esta mal lo que digo, que podría no ser para tanto pero, no sé, es como pienso en esos momentos.
Bajamos las escaleras a la secretaría junto con Leo, cuya palidez era algo a lo que nunca me podría acostumbrar, siguiendonos, aunque sin mirar a mi mano, la cual no paraba de sangrar, y debía admitir que bastante dolía. Me sentí bastante mareada, y hasta dudaba mi visión. Llegamos y ya sentía como si no hubiera dormido por un buen tiempo. Tampoco que hubiera perdido tanta sangre como para sentirme asi, no lograba comprender la razon… pero ya había caido inconciente sobre Mocca.
Desperte sintiendo un dolor punzante sobre la palma de la mano izquierda. Abri lentamente los ojos para encontrarme en la oficina de la directora. Me levante, sintiendo una presión como si mi cerebro no aguantara tanto contenido. Eso es lo que les pasa a los inteligentes, pensé en broma. Sentí como de a poco me iba mejorando, aunque al ver mi mano tuve ganas de volver a desmayarme: me habían cosido la herida. Menos mal que me había desmayado, porque aguantarlo despierta hubiera sido un martirio.
Despues de inventar las razones de mi accidente a la directora para evitar que nos retaran.
-    Es que traje una botella de vidrio y se me callo al hacer un movimiento y se rompio, y al levantar la botella me corte. – respondí sin siquiera darme cuenta.
-    Veo. No tenes que traer botellas de vidrio. – me regañó la directora.
-    Esta bien.
-    Bueno, entonces ya esta. Tus padres vendran a buscarte en cualquier momento.
-    Que raro que encontrara a alguien.
-    Su hermana estaba en la casa, dijo que avisaria.
-    Ah, bueno… ¿Y Martin y Leo? Me habían acompañado hasta secretaría…
-    No la llevaron a secretaria, a usted la trajeron directamente aca.
-    Ah, no me di cuenta. – comenté – Creo que me desmalle antes.
-    Si, el señor Giordano la trajo en brazos. – sentí como me sonrojaba.
-    ¿Cuál de los dos?
-    El mayor. – contestó.
No lo podía creer. La directora me dejo con la imagen del pobre de Leo cargandome escaleras abajo a la oficina de la directora con la mano sangrante. Me había quedado sin palabras.
-    ¡Luna! – exclamó mi hermana - ¿Cómo te sentis?
-    Bien. – contesté mientras ella cargaba mis cosas y saliamos del colegio.
-    ¿Qué te paso?
-    ¿No te dijeron?
-    Si, algo de una botella de vidrio pero no les creí. – me contestó.
-    ¿Por?
-    ¡Vamos Luna! Creo que te conosco lo bastante para saber que vos odias las gaseosas en botella de vidrio. – me contó para mi sorpresa, no podía creer que se hubiera dado cuenta de ese detalle tan estúpido.
-    ¿Cómo te diste cuenta? – pregunté bastante conmovida.
-    Por que nunca las pedis en los restaurantes porque tienen muy poca bebida, se que sos algo rata con esos temas. – dijo.
-    Muy graciosa.
-    Es la verdad enana.
Entonces el resto del día lo pase en mi casa. Que aburrimento. Menos mal que Bianca se habpia pedido el día para cuidarme y solo fue unas pocas horas a la facultad. Cuando volvió, trajo con ella peliculas y series grabadas para que no me muriera del aburrimiento.
A pesar de lo tierna que había sido mi hermana al traer cosas para ver conmigo y no me sintiera tan mal, nunca me sentí mas agradecida que cuando Marcos, Mocca, Simón y Miguel vinieron a verme. Me disculpe con mi hermana y baje a abrirles a los chicos. “¿Cuando vas a tener amigas, como si fueras una chica?” murmuró Bianca cuando salí del departamento. Cuando baje, les deje pasar a mis amigos y subimos. Mi hermana no les dio bola y siguió viendo ese martirio de película. Los deje entrar a mi cuarto, donde se sentaron los cuatro en mi cama.
- Tu hermana esta muy buena. – opinó Simón.
- Eh, volve a decir eso frente mio y te rompo la nariz. – le amenacé.
- Vamos Luna, - dijo, ofreciendome un lugar a su lado – vos sabes que siempre vas a ser mi favorita.
- Si, seguro Simón.
- ¿Cómo te sentis? – consultó preocupado Mocca.
- Bien, gracias.
- La hiciste muy bien. Aunque… ¿Qué dijiste para que no nos retaran? – preguntó Marcos.
- Le dije que se me había roto una botella de vidrio.
Todos se rieron.
-    Pero, ¿Qué esta viendo Bianca? Parece una película melosa… - comentó Mocca.
-    No se, es una francesa. Casi vomito. – contesté.
-    Uuh, ya es bastante con esa afrancesada de quinto… - se quejó Marcos.
-    ¡Totalemente! – concordó Mocca.
-    ¿Pero que tienen en contra de ella? Digo, no nos hizo nada. – opinó Miguel.
Y Mocca le relato la historia, con partes uqe yo no me había enterado antes, de la relacion entre Leo y Adelise.
- Mi hermano estuvo con ella hace… un año. – contó Mocca – Se conocieron en el colegio y Leo se había quedado obsecionado como idiota con ella y no se como hizo… aunque bien que le tardo su tiempo estar con ella. Addy no le daba bola, aunque siempre que podía le histeriqueaba y después se lo encontraba con otro, el cual Luna, era tu gran amigo Al por lo general, que para esos entonces era muy amigo de Leo. Me tuve que aguantar al malhumor de mi hermano por un buen tiempo, y la depresión de cuando él le cortó a ella ni les digo…
- ¿Él le cortó a ella? ¿Esta mal de la cabeza? – preguntó Simón.
- No genio, es que en el poco tiempo juntos ella ya le metía los cuernos, con Al – aclaró mi amigo mirandome - , y no daba seguir juntos.
- Ah, pobre. – comentó Marcos.
- Me suena mucho a capricho. – pensé en voz alta.
- Yo pienso lo mismo, pero ni se lo digas que te mata. – me pidió Mocca – Por cierto, Luna, te pido por el orgullo de mi hermano, no vuelvas a hablar con ese idiota.
- Para, Luna, ¿Conoces a ese Al? – preguntó Miguel sorprendido.
- Vos tambien idiota, era compañero nuestro. – contestó Marcos – Aunque no sabía que aun lo veias Luna.
- No fue nada…
- Solo se le tiró. – terminó la frase, erróneamente, Mocca.
- ¿Te le tiraste? – preguntaron todos – Entonces, ¿te lo chapaste?
- Si, ¡pero yo no me lo tire! ¡Fue él! – me quejé.
Todos se rieron de mi y hasta me felicitaron. Todos menos Mocca que no veía el chiste.
Al rato se fueron, dejandonos solos a Mocca y a mi en la puerta del edificio.
-    Mocca, no te ves bien…
-    No importa, por lo menos ahora se que estas mejor. – dijo sentandose, algo cansado, en las escaleras.
-    Pero, ¿Qué pasa? Me preocupas…
-    No lo hagas – me interrumpió. Yo ya me había sentado a su lado.
-    ¿Qué mierda te pasa? ¡No podes tratarme asi! ¡Si te quedaste enojado por lo de Al, no te parece que estas un poco tarde para eso?
-    No es solo eso… No entiendo como no te das cuenta… debe ser por Leo. Supongo que, no es tan malo perder contra él. Despues de todo…
-    ¿Perder? ¿Qué perdiste?
-    A vos. Luna, mira… - no podía respirar, lo miraba a él, que estaba mirando al piso, pero cuando me miro pareció arrepentirse de algo – no te quiero confundir disculpame. – concluyó y se levanto dispuesto a irse.
-    ¡No! ¡Ya bastante me confundiste! – exclamé tomandolo del brazo para detenerlo – Ahora me decis.
-    No puedo.
-    Por favor. – suplique con todo bajo.
Entonces Mocca se acerco lentamente a mi sin sacar su mirada de mis ojos. Sus ojos eran fervientes, no lograba entender como esos ojos verdes podían quemarme de esa manera por dentro. Sentía como si poco a poco me encogiera y como si mi estómago estuviera siendo estrujado. Mis ojos, que no podían librar la trampa de los de mi, hasta ese entonces, amigo, estaban totalmente secos. Me mordí el labio tan fuerte que sentía el sabor de la sangre, y me agarré las manos tras mi espalda para no abalanzarme y abrasarlo. Tenía ganas de decirle que lo amaba, palabras que nunca habían salido de mi boca. Mi respiración iba a mil por hora a medida de que Mocca se acercaba a mi. Terminó tan cerca mio que nuestras narices se tocaban. Sentía su aliento fresco azotando mi rostro. Solte mi labio, con mi mente tan nublada que estaba dispuesta a seguirle la corriente. Ya Leo no era algo que me carcomía en la culpa, ya nada era. Apenas sabía quien era yo misma. Solo estaba Mocca. No se que paso, no se la razón pero él cambió su rumbo, me besó en la mejilla y posó sus labios en mis oidos.
-    Dejame salir.
Y entonces se fue.
Se fue, y mi conciensa volvió con una reprimenda demasiado pesada. No aguantaba la culpa. Había amado a Mocca por unos segundos. Estuve tan poco de engañar a Leo, al que, honestamente, adoraba. Casi lloro, pero algo en mi advirtió que necesitaría en otro momento esas lágrimas. Casi lo engaño a Leo, al que me quería a pesar de ser una rara y que me había cargado a pesar de la impresión que le daba la sangre hasta la oficina de la directora.
No quiero perder mucho en temas irrelevantes, ya que quiero llegar al tema que casi pone en riesgo, mas allá de mis dudas amorosas, a mi relación con Leo.Ya todo había vuelto a la normalidad, mi relacion con Leo y Mocca y hasta Luke estaba de vuelta, aunque ahora nos llevabamos mejor. Todo iba bien hasta que anunciaron un campamento de toda secundaria. La excitación murmuraba por los pasillos y los nervios por mi mente. Mi mamá prácticamente me obligó a ir.
-    Te va a ayudar a llevarte mejor con tus compañeras. – repuso en la mesa.
-    Pero, ¡yo ya me llevo bien con mis compañeros! – me quejé.
-    Si, con los chicos.
-    ¿Y que tiene eso de malo? – pregunté.
-    ¡Que sos una mujer, hija! ¡No podes ser tan masculina! Nunca te vi rodeada por amigas, y las cosas que hablas con una mujer no podes hablarlas con un chico. – recordé a Marcos, un chico gay, a él le podría contar ciertas cosas…
-    ¿Y si yo no tengo algo que no le pueda contar a mis amigos? Mama, nunca fui femenina, o no lo suficiente como para tener amigas.
-    No digas boludeces, Luna.
-    ¡No son boludeces! Date cuenta de que apenas puedo hablar con Bianca de cosas que ella habla, no se hablar con chicas. Y menos con mis compañeras, ¡que se la pasan burlandome y mirandome como si fuera inferior! Ademas, tene en cuenta de que me odian por llevarme bien con Leo y Mocca, ya que todas estan obsesionadas con ellos dos.
-    No me importa, vas y punto.
Esa respuesta fue la que dicidió lo que fue para mi un martirio. Compartir cuarto con las chicas era una cosa que hasta Simón parecía un cordero inocente. La manera de tratarse iba ya a la total falta de respeto hacia ellas mismas. Se trataban con total sarcasmo y, como si fuera poco, ninguna charla comprendía un ambito mas intelectual o interesante que el de la moda, los chicos, ellas mismas y sus grandes virtudes, insultos a otras no presentes (supuestamente amigas suyas) y defectos ajenos. Se la pasaban llamandose, y seriamente, gordas (cuando eran extremadamente flacas) y “grasas”. No se como sobrevivi, pero es el día de hoy que mi mente sigue relativamente sana.
El día me lo pasaba con mis amigos (Mocca, Marcos, Miguel y Simón). Uno de los días nos sentamos en una de las últimas cenas al lado de Leo y sus amigos. No tengo palabras para explicar lo raro que actuaba Leo frente a sus compañeros. Era simplemente un idiota.
-    Che Lunatica, ¿Te viste un buen hentai en estos dias? – preguntó uno de sus amigos, Julián.
-    Para, que no tiene medios para verlo. – advirtió otro de cuarto, creo que era un tal Nicolás, aunque no lo ubicaba.
-    No veo hentai, eso es para pibes…
-    Vamos Luna, - me animó Julián guiñandome el ojo – no seas amarreta y pasa el nombre. Todos lo sabemos.
-    Eh, no la jodan a Luna, eso solo lo hacemos nosotros. – previnó Simón.
-    Uh, que miedo. Deberian compartirla un poco. Despues de todo, es la única en el colegio lo suficientemente boluda para divertirse por buen rato. Las otras te terminas hartando. – opinó Nicolás. Los tres, incluyendo Leo, se rieron.
Ninguno contesto, aunque en ese momento mi respeto hacía Leo calló en picada. Me sentí desilucionada, como si un nene se diera cuenta que su superheroe favorito no era mas que una ilusión, algo inventado. Eso era lo que sentía en esos momentos sobre nuestra relación: había sido todo una ilusión. Un anhelo mio. Tuve otra vez ganas de llorar, pero las lágrimas ni acudieron a la llamada, menos mal, hubiera sido un bochorno llorar en ese momento.
Con los animos por el piso, esa noche me quede un rato sentada en una de las mesas del camping, que quedaba lo suficientemente lejos como para que no me notaran. Mi mente estaba en gris, ya que con mi humor no lo podria llamar a eso blanco.
-                          ¿Qué te pasa? – me preguntó, para mi sorpresa, Leo.
-                          Nada. – respondí fríamente.
-                          ¿Estás bien? – consultó aparentemente preocupado. No podía verlo, solo quería golpearlo. Era, en esos momentos, lo único que me desquitaría.
-                          Si, barbaro. No sabes como me gusta que me burlen con esos temas… - dije sarcásticamente, con un tono bastante amargo.
-                          Luna, ya viste como son, idiotas…
-                          Eso lo se, lo que no entiendo es el por qué no los paraste o por qué te reiste. – le informé. La bronca me llenaba y me costaba horrores no mirarlo, pero sabía que si posaba mi mirada sobre él, estaría perdida.
-                          Entonces ese es el problema… mira, nunca pense que fuera para tanto…
-                          Y no lo era. – admití – Lo que era para tanto fue que… no se, paresía que pensabas como ellos. No te culpo, pero honestamente…
-                          ¿Honestamente qué? – preguntó alarmado.
-                          Me desilucione en cierto modo. Solo deja que se me pase, por ahora no estoy enojada.
-                          No entiendo, ¿Qué queres entonces?
-                          Tomemonos un descanso. Asi lo que hagamos aca no va a dañar demasiado lo nuestro una vez de vuelta. Disculpame es que… - y entonces se me cortó la voz. No me faltaba mucho para quebrar y que las lágrimas brotaran de mis ojos.
-                          Luna, te juro que no voy a hacer nada, no hace falta…
-                          Es lo mejor. Asi de paso aclaras un poco lo que sentís por mi y Adelise. – explique. Recordaba lo cerca que habían estado en los últimos tiempos, lo que me dolía. Mejor que se decidiera y cortara cuanto antes la cosa si seguia enamorado de esa francesita.
-                          No hace falta. Mirame. – me pidió, y con un gran esfuerzo porque el dolor no saliera le miré – Te quiero a vos, no a esa idiota. A vos.
-                          Lo sé, pero… creo que necesitas un tiempo.
-                          Te quiero. – dijo antes de darme un abrazo.
Entonces Leo me despidio con un beso en la cabeza y se fue.
Mi cabeza era un remolino de cosas mezcladas. Lo amo, lo odio, es un idiota, es un amor… ya no sabía que pensar.
No volví a hablar con Leo en todo el campamento.
Tenía el corazon destrozado.
Por suerte, fue bastante corto, y no mucho después volvi a mi casa. No dejaba de preguntarme si Leo le habría contado algo a Mocca con lo cercanos que eran. Se me había ocurrido la estúpida idea de que si algo pasaba con Leo y Adelise yo intentaría algo con Mocca. Me si asco. Sacando ese momento, tuve bastante fe en Leo.
Lo que nunca predije antes de pedir ese “recreo” era lo que haría él después de volver. El primer día de clases Leo no me dirijió la palabra. Al segundo tampoco. Ni siquiera el tercero. Los días no cambiaban mucho en cuanto a lo monótono de nuestra inexistente relación. Me carcomía por dentro el no saber el por qué de su frialdad. Según Marcos, mi principal consejero amoroso, se sentía dolido por mi actitud, pero ya había pasado un mes y su orgullo no se restablecía. Me estaba desesperando de a poco, y como si fuera poco, Leo faltaba mucho últimamente. Cuando le preguntaba a Mocca él me respondió que estaba estudiando mucho para la facultad, pero un día me vino con una bomba.
-    Luna, mira, Leo se va como estudiante de intercambio a…
-    ¿Es joda? – le itnerrumpi escupiendo toda la bebida. Habia elegido un mal momento para decirmelo.
-    Si, pero limpia eso. – ordenó mientras yo ponía servilletas sobre la mesa para secar.
-    ¿Qué paso? ¿Por qué no me enteré antes? – pregunté.
-    No se, yo apenas me enteré. No habla nada. ¿Qué paso entre ustedes? – consultó.
-    Despues te digo. Ahora, ¿Cuándo, por cuanto y a donde se va?
-    Se va en una semana. No va a venir, y no creo que quiera verte. Disculpa. Y no se bien, creo que por un més no va a estar.
-    ¿¡Un més!? – repetí.
-    Si, se va a Italia. – me informó.
-    ¿Por qué decis que no quiere verme? – pregunté.
-    No se. Pero esta bastante ofendido.
Ya no sabía que pensar. Estaba sin palabras otra vez. Leo se me iba, y por mi culpa nuestra relación se deterioró de una manera jamás imaginada. Por el otro lado, la rabia me atacaba con bastante fuerza.
No importa cual de esas ideas eligiera, sabía que tenía que hacer algo.




Esta es solo una historia-puente para explicar lo que pasa en la proxima. ¡Se acerca el final!

27 de junio de 2011

Cosas nuevas


Menos mal que ahora venia mi materia favorita, sino me hubiera muerto. Había sido un día bastante malo. A pesar de habernos quedado dormidos lis tres en la casa de los Giordano, fui la única en ir al colegio a pesar del sueño que tenía. Sin Leo ni Mocca para ayudarme, quedé completamente expuesta a mis compañeros y sus bromas, empeoradas por el hecho de que a Luke lo habian suspendido por mi culpa. Eso sumado a una migraña, a la falta de sueño y a la confusión que tenía por la visita de la otra noche, se podría decir que era un día horrible.
Me senté en mi asiento y hundí la cabeza en mis brazos intentando dormir, hasta que sentí algo frío algo espeso en la cabeza. Abrí los ojos, saque la cabeza de su escondite y me toque el pelo. Genial, me habían metido plasticola en el pelo. Sin darme cuenta de que la profesora ya habia entrado, intenté salir. La profesora, que me miraba extrañada, me tapo el paso, haciendo que la plasticota se fuera secando antes de podermela sacar.
-    Luna, ¿adonde vas? – preguntó.
-    Es que me metieron plasticola en… - empecé a explicar, pero entonces me sorprendieron, justo antes de que se terminara de secar, tirandome una pelota de papel.
-    ¿Qué haces? Sali. ¿Cómo le van a hacer eso? – preguntó la profe a la clase – Luna, andate a lavar. Yo me encargo de esto. – me ordenó con una mano en el hombro en modo de soporte. Le agradecí y me fui.
Entre maldiciones y palabras no dignas de ser repetidas, intente sin éxito sacarme el papel de mi pelo ennudado en plasticola. No logre sacarlo, termine arrancandolo y me quedaron pegados algunos pedazos de papel en los rulos. Sin hacerle caso, ya que el sueño actuaba como anestecia sobre mi humor. No podía tener ni buen humor ni mal humor. Era casi un zombi.
Me quede un rato en el baño. Cualquier cosa, antes de volver me mojaba el pelo y le decia a la profesora que me había costado sacarlo, y que ni siquiera pude del todo. Me miré al espejo y recorde a esa chica Adelise. A pesar de tener un nombre de vieja, me ponía la piel de gallina el pensar en la poca competencia que era yo para ella. Me imagine cuales serían las razones, mas allá de su prominente orgullo, que llevaban a Leo a no querer por nada en el mundo estar con ella. Sabía que no era por que yo fuera mas linda, me daba cuenta y no lo podía culpar, tenia que ser realista, quiero decir, definitivamente ya había abierto los ojos, porque no podía negar que la habia visto. Talvez me prefería por ser inteligente, mis ideales, o el hecho de que siempre fui una persona leal… aunque él no podria saber eso, ya que aun no me había puesto en prueba. La duda que me mataba era la de si yo hubiera conocido a Leo antes de todo el desastre con Adelise, ¿me eligiría de todos modos? Era una pregunta rara, me hacía acordar de una cosa que había considerado todo el año anterior cuando escribía una historia muy parecida a lo que me estaba pasando en ese momento, el cariño a cierta persona o la pasión por lo físico de otra. Pensaba en esa gente que se quejaba, a pesar de tener una pareja a la que adoraba, por la falta de pasión, y en esos que ya tenían eso y se quejaban por la falta de alguien tan… especial.
Volvi a mi clase, tan inmersa en mis propios pensamientos que hasta me había olvidado lo que me acababa de pasar. De todos modos, tampoco me importaba. Si hubiera estado despierta me hubiera puesto de mal humor por el daño a mi pelo y lo difícil de sacarlo, pero no me importaba el hecho de que mis compañeros estuvieran asi de molestos. De todos modos, cuanto faltarian… ¿dos, tres años? Dos: cuarto y quinto.
Entre a la clase y me abrumó el silencio. Me sorprendió lo parecida que era mi clase en esos momentos a una iglesia vacía: todo silencio, aunque el más leve ruido retumbaba por las paredes. No era algo de la acustica del lugar, era la sorpresa de que tercer año no emitiera ni un gemido. Era tan extraño no escuchar ni siquiera el teclado de alguien que mandaba un mensaje de texto en la clase, las voces desafinadas de las chicas cantando la canción más “grasa” que se les pasaba por la cabeza o los gritos de los chicos. Sentía un vacío, y no podía creer que eso fuera producto de una clase ordenada.
-    Luna, veni dos segundos. – me pidió la profesora.
-    Es que… señora, no es algo que sea culpa de ellos, creen que yo menti… - intenté defender a mis compañeros sin entender la razon.
-    Les explique que paso. No voy a dejar que te sigan molestando. – aclaró sin dudar la profesora – Además, dejá de decirme señora, me aces sentir vieja.
-    Pero… es mi profesora, y estamos en el colegio…
-    No me importa, decime Sofía, solo no me llames asi frente a tus compañeros. – dijo con una sonrisa, me di cuenta que ya había dejado de ser mi profesora, era una amiga.
-    Bueno, Sofi, no quiero causarle problemas a Luke…
-    No te preocupes. No vas a causarles problemas.
-    Bueno, gracias.
-    Dejame decirte que estan todos bastante conmovidos. – comentó Sofía.
-    Pero, no sé.
-    No hay nada que saber, vayamos de vuelta a la clase, pero después quiero hablar con vos.
-    Dale.
Y me guío a la clase con su mano en modo de soporte en el hombro. Entramos y todos me miraron. La incomodidad que sentía era increíble. Me senté sin levantar la vista.
- Me alegro de que todos entendieran el tema. – felicitó Sofía. Entonces, como si fuera algo de todos los días, siguió con la clase.
- Lunática, perdoname. No te voy a decir que no te quería tirar la plasticola en el pelo, pero perdón por culparte. – se disculpó uno de mis compañeros en la clase, Marcos – Por cierto, me mandaron los chicos a decirte lo mismo. ¿Estas bien? Vos sabes que nadie te odia ni nada. Solo nos gusta joder.
- Si, lo se. No importa. Tuvieron suerte de agarrarme dormida. – bromeé.
Mi compañero se río y me pego suavemente en el brazo.”Genia” me dijo.
La clase fue interesante, aunque seguía demasiado dormida. Despues de un rato el barullo tan común del mi grupo volvio a la normalidad y mis compañeros estaban mas comprensivos que otras veces. El recreo fue tranquilo, me quede con los chicos.
-    Veni, Luna, jugemos al marinero. – me propuso Marcos.
-    ¿Qué es eso? – pregunté.
-    Pegame. – me dijo. Puso el brazo tenso.
-    ¿Para? Es ridículo.
-    Solo hacelo. – obligó.
-    ¿Seguro?
-    ¡Dale! Aprovecha para descargarte. – esa invitación era tentativa, y la tomé. Le golpeé, ¿Qué podría salir mal? Me imagine la cara de Adelise y mi puño fue directo al brazo de Marcos. Se quejó y se agarró el brazo. Una oleada interminable de carcajadas mezcladas con llanto de tanta risa.
-    ¿Te lastimó? – pregunto en broma otro de los chicos, Miguel, o Miggy como le deciamos.
-    Para, en serio, esta chica es fuerte. – se quejó.
-    Perdón. – me disculpe.
-    No hay problema…
-    A ver, seguro que sos un maricota. Es solo una chica. – y Miggy puso el brazo de la misma manera que Marcos.
-    Pero, no puedo andar golpeando asi a la gente… - intente detenerlo. Aunque… tenia ganas de pegarle, aun estaba algo alterada por la otra noche, sin importar el sueño que tuviera.
-    Me lo debi haber imaginado. Es una chica, se asusto. – me acusó, entonces lo tomé desprevenido. Ya no pensaba en Adelise, ya su comentario era suficiente.
-    ¡Auch! – exclamó - ¡Ya entiendo porque le dolió tanto a Luke!
-    Bueno, tampoco para tanto…
-    Chicos, miren esto. – llamó la atención Simón, uno de los más simpáticos del curso.
Todos lo miramos y él, una vez llamada la atención, tiró la cartuchera de Luciana, cuyas cosas eran las principales victimas de revoleos y pérdidas, al ventilador, prendido, obviamente.
La cartuchera siguió el ritmo de las haspas hasta que se salió, pegó contra un vidrio rasgandolo como una telearaña, y rebotando, logrando que llegara a salir de la clase por la otra ventana. Todos nos abalanzamos a la ventana, lo que antes eran risas, ahora era preocupación. La ubicamos en el medio de la calle, entera hasta que un auto la piso. Nos miramos alarmados.
-    ¿Ahora que hacemos? Esa tarada de Luciana nos va a delatar seguro. – dijo Simón.
-    ¿Y yo que se? ¡Fue tu culpa! – le acusó Miggy.
-    ¡Callate, que fue culpa de todos! – le dije – podríamos haberlo parado.
-    Gracias. – agradeció Simón.
-    No hay problema.
-    ¿Pero ahora que hacemos? – preguntó desesperado Marcos.
-    Nada. Si pregunta, no sabemos. – propuse muy simplemente.
-    Bueno. Tomemoslo como una venganza. – dijo con una sonrisa enorme Simón. Nos reimos todos.
Al terminar el colegio, fui una de las últimas en salir. Me tome mi tiempo para ver si salia Sofía para ver que quería decirme. Cuando salía, Marcos me tomó del brazo y me tiró para atrás. Me dio miedo de que volvieran a odiarme, me estaba llevando bien…
-    Luna, ¿puedo confiarte algo? - me preguntó.
-    ¿A mi?
-    No, a Magoya ¡Si, a vos! – dijo sarcásticamente - ¿Puedo? Pero por favor, no le cuentes a nadie, menos a uno de los chicos.
-    Obvio… - la duda ya me carcomía - ¿Qué pasa?
-    Soy… Soy… - empezó, pero se detuvo, se dirijió bruscamente a la puerta, se aseguró de que nadie estuviera y la cerró. Terminó y me miró muy nervioso.
-    Tranquilo, Marcos. No voy a decir nada. – intenté tranquilizarle.
-    Lo se, sos la única persona en la que confío. – me confesó. Me sentí orgullosa y bastante conmovida.
-    ¿En serio? Gracias. Pero vamos, me matas de la intriga. – dije ofraciendole una silla para que se sentara.
-    Gracias. – se sentó – Mira, es simple… es que no lo quiero decir asi, tan directamente…
-    Entonces decímelo indirectamente. – propuse con amabilidad
-    Me gusta alguien… - me contó con una mirada desesperada. Entendi al instante.
-    Y es un chico… - le seguí yo.
-    ¿Cómo supiste? – preguntó sorprendido.
-    Me pareció obvio, no por siempre, sino por lo nervioso que estabas. – me miro extrañado, le expliqué mejor: - Si se tratara sobre una chica no estarías tan alterado.
-    Ah…
-    ¿Quién es?
-    Miguel. – contestó con la cabeza gacha.
-    Mira vos. Hacen linda pareja. – comenté. Salió de su vergüenza con una mirada ilusionada.
-    ¿En serio?
-    ¡Claro! – contesté con decisión. No sabía si hablaba en serio, pero se veía mejor.
-    ¡Gracias! – exclamó y me abrazó. Ya estaba mejor. Le devolví el abrazo.
-    Vamos abajo. – sujerí.
Bajamos los dos en silencio. Me sentía bastante conmovida de que ese secreto me lo contara a mi. Una vez abajo, me agradeció de nuevo por escuchar y  que nunca se lo había dicho antes a nadie. Entonces… era algo de hace tiempo…
Busqué a Sofía, y la encontre en la esquina. Me saludo, bastante animada, y caminamos por el camino que tomaba siempre para mi casa.
-    ¿Querés ir tomar algo? – me ofreció.
-    Dale. No creo que noten que no llegué. – acepte – De todos modos, ¿de que me querías hablar?
-    Los Giordano, para ser simple. – respondió con una sonrisa divertida.
-    Uh, no me lances esa bomba… - supliqué en broma.
-    Vamos, ¿Qué esta pasando por ahí? – preguntó caminando para atrás para poder mirarme bien.
-    Con Mocca nada. Quiero decir, es mi mejor amigo y toda la cosa, pero no va más allá, no que yo sepa.
-    ¿Qué no sepas?
-    Si, no creo que él sienta algo por mi.
-    Yo si. ¿Y con el otro? Ese muy lindo. – dijo haciendo énfasis en esa palabra.
-    Pues, creo que la cosa va mas seria que antes… ¿Estas bien? – consulté cundo Sofía se choco contra una persona, asintió y me iso un gesto para que siguiera, ahora caminaba mas normal – No se…
Le conté los acontecimientos de la noche pasada. EL juego, Adelise, lo que dijo sobre mi Leo. Para cuando termine ya estabamos con nuestras bebidas en la mesa.
-    Esta muerto por vos. – opinó antes de tomar un poco de su café.
-    ¿Vos decis? – pregunté indecisa al recordar lo que le había dicho a Marcos.
-    ¡Mas vale! – exclamó.
-    Bueno… gracias.
-    Y si ya no lo queres, me lo dejas. – bromeó, no pude evitar el no reirme.
-    Muy graciosa.
-    Y, decime, ¿Hasta donde llegaron?
-    ¡¿Qué?! ¡Eso no es algo que se pregunta asi no más! ¡No lle…! – me alteré.
-    Tranquila, malpensada. Solo quería saber que hacen juntos, si salen o algo asi.
-    No soy malpensada. – me quejé.
-    Claro que si.
Volvi a casa, acompañada por ella, aunque de a poco iba aprendiendo el camino de vuelta. Como odiaba tener que esperar tanto para entrar a mi propia casa. Tenia que esperar a que llegara el ascensor para subirme y bajarme. Finalmente llegué y, muerta del cansancio, me tire en la cama.
El día siguiente fue mas reconfortante. Con Mocca y Leo de vuelta en el colegio y con la relacion con mis compañeros mejor que nunca, mi único problema eran las chicas, y ni siquiera podría llamarlo un problema, ya que sus miradas de odio por tener a mi alrededor a los dos chicos mas lindos del colegio me daban lo mismo.
-    Martín, dejame. – pidió Marcos sentandose en el lugar de Mocca.
-    ¿Por? – preguntó extrañado Mocca.
-    Porque necesito hablar con ella. Por favor. – suplicó con las manos agarradas.
-    Bueno… - accedió mi amigo con una mirada de desconfianza.
-    ¿Qué pasa? – pregunté.
-    ¿Cómo que pasa? ¡Sos en la única en que confío! ¡Necesito tu ayuda! – esclamó.
-    Dale, soltalo. – dije moviendome de modo de vernos cara a cara.
-    Mira… - y me empezó a contar.
La forma de contar historias y cosas de Marcos era la típica de un cordobés: gracioso. No podía evitar el reirme de las anécdotas que me contaba sobre él y Miguel. A ver, un resumen: eran mejores amigos desde chicos, hubo algunos roces, en la actualidad estaban distanciados. Esos tres puntos eran lo único que logre sacar relevante de toda esa información de relleno que era por demás graciosa. Mi diagnostico: teníamos una nueva pareja en el curso que juré formar por lo divertida que me parecía.
Al terminar la hora, nos quedamos charlando. Le conté sobre Leo, haciendolo jurar que cerraria su boca con el tema, ya que me pareció una retribución por su confianza en mi. Terminamos burlando a Adelise. Pusimnos apodos, hicimos imitaciones, hasta que Mocca interrumpió.
-    ¿De que hablan? – preguntó.
-    Nada celoso. – contesté en broma.
-    No te preocupes, no te la quiero robar. – bromeó Marcos.
-    No estoy seguro de eso. – comentó Mocca. No sabía si estaba hablando en serio o no.
-    Sientense. – ordenó una voz desconocida.
-    ¿Quién sos? – preguntó sin un abismo de respeto Simón, muy típico de él.
-    Soy su nueva profesora de matemática. – respondió la desconocida.
La mujer era muy alta, mas o menos mas de tres cabezas por encima mio. Parecia muy recta y estricta. Su cara era larga y tenía el pelo, gris claro a causa de los años,  recojido en un rodete alto. Usaba anteojos rectangulares y, ridículamente, ostentaba una pulsera y aritos enormes de numeros romanos. Me daba miedo.
-    Sientense o no vamos a llevar mal desde el comienzo. – ordenó y todos nos sentamos en nuestro lugar, Mocca a mi lado de vuelta.
-    Disculpe, pero, ¿Qué paso con nuestra profesora? – cuestioné.
-    Se fue, aparentemente no los soportaba. Por eso estoy aca, para ponerles los limites. – contesto amenazadoramente.
-    Estoy segura de que no fue por eso, Luanette, nuestra profesora anterior, se llevaba bastante bien con nosotros. – opiné para mi misma.
-    ¿Me esta cuestionando? – me preguntó la mujer.
-    No. Ni siquiera le hablaba a usted. – respondí.
-    Deje de discutirme señorita, digame su nombre. – me gritó. Estaba muy sacada. Me costo mantener la risa.
-    Luna, pero…
-    ¿Es broma? ¡Su apellido! – gritó con la planilla en la mano.
-    ¡Deje de gritar! – me quejé - ¡Soy Redford!
-    Bueno, señorita Rantor, se ganó un uno en el primer momento de conocernos.
-    ¿Un uno? ¿Por qué? – pregunté ya riendome, aunque estaba bastante enojada.
-    Por ser una cuestionadota. – contestó.
-    ¡No soy cuestionadota, ni siquiera le hablaba a usted! – explique ya alterada.
-    ¡Deje de gritar Rantor o tiene otro uno! – exclamó.
-    ¡Y usted de llamarme Rantor, mi apellido es Redford!
-    Callese. – ordenó una vez llegada toda la clase, mirando con horror la escena – Hoy tendremos un examen, saquen tres hojas y empiezen.
-    ¿Qué? – empezaron todos.
-    Señora, acaba de llegar, no nos puede dar un exámen. – se quejó Mocca.
-    ¿Cuál es su apellido?
-    Giordano.
-    Otro uno.
-    Pero…
-    ¿Cuál es su problema? – pregunte yo en defensa de mi amigo.
-    Callese o le doy ambos temas para hacer.
Nos dio un exámen con temas jamas vistos. Nos quejamos aunque no llevo a nada mas que unos. Termine el examen primera, y tengo que decir que a comparación de otros yo logre terminar el examen y me fue bastante bien. Sali de la clase y me fui a quejar con la rectora.
-    Tendran que aprender a lidiar con los límites, Rator. – respondió.
-    ¡Pero en sima de incoherentes son ciegos en este colegio! – exclamé, tomé bruscamente la lista y se la puse en frente de la cara señalando mi nombre - ¡Mire! ¡Redford! ¡Luna Redford me llamo, entiendalo!
Y me retiré después de tirar la lista al piso.
- ¿Pero quien se creé que es? ¡Es una inútil! ¡la odio, la odio! – me quejé con los chicos, que me miraban caminar de una punta a la otra del salón completamente alterada con atención.
Todos asentían a mis quejas con mucha seriedad. Tan típico de ellos, se podían quejar de todo, pero si les tocaba en cuanto a las notas, la seriedad era tal que ni una palabra salia de sus labios demasiado sorprendidos para sacar un sonido de ellos.
Si se preguntan por los resultados, no podían haber sido peores. Bueno, poniendome aparte ya que me había sacado un nueve (aunque era un diez tachado, ya que me había sacado un punto por comportamiento en clase, lo cual me saco de mis casillas mas que el dia anterior. Era una desubicada esa mujer. En resumen, todos se sacaron entre uno y tres.
-    Les pasa por no estudiar. – acusó la profesora. La ira brotaba en mi como en el resto, todos gritabamos, sin excepcion. Las cosas volaban y palabras no muy decentes se escuchaban, obviamente, provenientes de mi boca. La profesora fue a llamar a la rectora, alterada por nuestra reaccion tan violenta.
-    ¿Qué pasa? Hablen levantando la mano, sino les doy una sancion a todos. – al decir estas palabras nadie mas hablo. Solo tres chicas levantaban la mano, incluyendome – Luciana, decime.
-    Que no entiendo el porque me saque un uno, si estaba bien.
-    Porque no podes dejar a la mitad una ecuación, y menos aún si lo haces tan mal, porque lo que resolviste no era solo una ecuación, tenias que ponerlo en el grafico.
-    Pero si no explican…
-    Vos deberias saberlo. – advirtió la rectora.
-    Ahora yo, digame algo, ¿Por qué nos trata tan mal desde el primer día? – dijo otra de las chicas.
-    Fijese en su conducta. – repondió.
-    Pero mire como la trató ayer a Luna sin que ella hiciera nada… - comentó Miguel.
-    Callese o le pongo un uno.
-    Luna, habla. – me cedió la palabra la rectora. Con el estomago retorcido por la bronca, me levante y empecé con la queja.
-    Tengo tres cosas para decir. Primero, fijese usted un poco en su actitud, que yo ayer, como bien dijo Miguel, no hise nada malo y me tuve que comer un uno. Y antes de que me ordene que me calle dejeme recordarle que tengo la palabra. – previné al ver que habría la boca para quejarse – Segundo, Usted es una bestia. – dije, y poco a poco mi voz se iba transformando en un grito – Usted no tiene derecho alguno de tomarnos un examen el primer dia, ¡primer día! Es ridícula, en sima habla de mi como si me tuviera de alumna desde hace años, y me acaba de conocer, ¡no se sabe ni mi apellido y tiene los huevos para decirlo mal! Tecero, ¿Quién se cree usted para tomarnos un examen sin siquiera explicar! – al ver que otra vez se iba a quejar, me adelante – Yo, señora, fui la única en este curso en aprovar porque mande cualquier cosa, pero digame algo, ¿piensa que todos reprovaron por que TENIAMOS QUE SABER EL TEMA? – grité - ¡Claro que no! Hay alguien que no me acuerdo quien que dijo si mas de la mitad de la clase reprueva es por la INUTILIDAD del PROFESOR y no de la del alumno. Fijese cuantos reprovamos: - a esto me puse a contar para que se dieran cuenta de cuantos reprovaron - ¡Veintidós, veintidós personas de veintitrés! Es una mayoría bastante importante, ¿no? En sima, yo tenía un 10, la única apvada, y me bajo la nota pro comportamiento. ¡Por favor! ¡Por lo menos intenté parecer profecional!
-    Si no salis ya de la clase, llamo a tus padres. – me amenazó la profesora.
-    Llama a quien quieras, no hay nadie en mi casa y tampoco me importa. Ademas, me esta haciendo un favor, ya uqe no voy a tener que ver sus ridículos aritos y su asquerosa pulsera que tanto se parecen a su cara.
Entonces me fui afuera con una oleada de aplausos. Me había desquitado lo suficiente. Después de mi salida triunfal logre escuchar como me aclamaban, pero no me llamaban Luna, sino Redford. Me sente con una sonrisa y espere a que sacaran al proximo, aunque nunca llegó.
Absorta en mis pensamientos, me sobresalte cuando hecharon a alguien de quinto, que quien podria ser sino Leo.
-    ¿Qué haces aca? – preguntó sorprendido.
-    Dije la verdad. – respondí.
-    Dale, en serio. – dijo.
-    La insulte.
-    Opaa… no me lo esperaba de vos…
-    Si me vas a llamar por mi apellido hacelo bien o te castro. – amenazé de mal humor.
-    Bueno, bueno, que yo no te hise nada.
-    Rator, copie los ejercicios y salga para hacerlos. – ordenó la nueva. Me hise la tonta y mire detrás mio.
-    Disculpe, ¿Me habla a mi o delira? – pregunté sobre la risa de Leo.
-    No se haga la tonta. Sabe que le hablo a usted, la llame por su apellido.
-    Si, Leo, creo que te habla a vos. – bromeé.
-    Sabe que, no lo hace y…
-    Me pon un uno, dos dias de tenerla y ya me aprendi de memoria su mayor amenaza. La segunda es llamar a mis padres, la tercera una sancion, y probablemente la cuarta sea persuadir a la directora de una expulsión. – repuse.
-    Callese…
-    ¡Y valla a copiar! – imite con las palmas al cielo. Entre a la clase y copie lo mas rápido posible y salí.
-    Y mas vale que lo tenga terminado o…
-    Le digo a la rectora y tendra graves problemas. – terminé adivinando la amenaza. La mujer enrojecio de la ira y salio, enganchandose la pulsera en la manija al entrar.
-    ¡Que no se le rompa su pulsera! – dije cuando entro.
-    Que lindas… - comentó Leo.
-    ¿Viste? La odio, es insoportable.
-    ¿Pero que te hizo? – preguntó.
-    A ver: me puso un uno por pensar en voz alta, otro por corregirle mi apellido, un punto menos por “mal comportamiento”, dar un examen de un tema jamas visto… ¿algo mas?
-    ¿Cuándo llego esta mina?
-    Ayer.
-    Vamos todavía, tengo una novia rebelde. – bromeó. Casi se me sale el corazón por la garganta.
-    Y eso no es nada, espera un poco más.
-    Espero con ansias.
-    Luna. – me llamó Simón.
-    ¿Te sacaron? – pregunté divertida. No me sorprendía en nada que él fuera quien saliera después que yo.
-    No, te vine a hacer compañía. – contestó con sarcásmo, después miró a Leo – Aunque veo que ya estas acompañada.
-    Que mi presencia no te incomode. – pidió Leo haciendo un acting con la mano como si lo detuviera. Me hizo acordar, solo por un momento, a Mr. Darcy de “Orgullo y Preuicio” de Jane Austen.
-    ¿La escuchaste como gritaba desde afuera? – preguntó Simón.
-    No, ¿Cómo fue?
-    Simón, no hace falta… - intenté detenerle, pero ya había empezado a hacer una imitración mía, bastante buena debo decir, y de mi discurso. Al terminar, Leo me miro y asintió.
-    Nada mal, eh. – comentó con orgullo.
-    Callate o te pongo un uno. – imite a la de matemática.
-    Buena. – opinó entre carcajadas mi compañero.
Entonces Leo se sentó a mi lado y me paso la mano por la cintura.
-    ¿Y ahora me queres poner un uno? – curioseó a mi oido.
-    Despues hablamos.
-    Eh… ¿Qué onda? – consultó Simón extrañado.
-    Nada, solo que este idiota… – contesté golpeandolo en el brazo.
-    ¿Otra vez? – se quejó Leo agarrando el antebrazo golpeado.
-    Es un baboso. – concluí.
-    Ah, veo.
Sabía que no lo había engañado, pero como lo concía a Simón sabía que por mas que lo supiera no esparciría el rumor ya que no era su estilo. Mientras no lo molestara no lo diría.
A la vuelta, me volví con los dos hermanos. Mocca tambien tenía una imitación mia, y dejenme decir que era incluso mejor que la de Simon. Leo no dejaba de preguntar por qué se perdía de las mejores cosas.
Los dejé pasar a mi casa, era la primera vez que entraban ambos juntos. Charlamos un rato y al rato se fueron. Cada uno tenía cosas que hacer, y no podíamos hacerlas si estabamos juntos.
En la cena nos encontrabamos todos sentados. Fue entonces cuando tiraron la bomba.
-    Bueno, me voy de viaje. – rompió mi mama el silencio.
-    ¿Qué? – me sorprendí.
-    Si, me voy a Europa por un mes.
-    ¡No! ¿Otra vez te vas de viaje? – exclamé indignada.
-    Deberías estar feliz por mi. – se quejó mi mama.
-    No, pero date cuenta de lo poco que estas aca. No te vemos nunca.
-    Luna, no seas egoísta, es re importante para mama esto. – comentó Bianca.
-    Bian, callate, ma, nunca estas conmigo, y no me vengas que es porque estoy siempre con los chicos ya que cuando vos estas estoy siempre aca esperando a que reacciones y nunca nada. – dije en voz baja por el nudo que tenía en la garganta.
-    No voy a discutir con vos. – anunció y se fue. La seguí indignada.
-    Mama, no tenes derecho a enojarte. Soy yo la que debería estar enojada. No me importa que te vayas, me parece genial, pero date cuenta de que te quiero ver algun día. ¿Cuándo te vas?
-    En una semana. – respondió cortante.
-    Bueno, podes pasarla conmigo…
-    Tengo mucho trabajo Luna, soy la única que trabaja aca. ¿Estas llorando? – preguntó sorprendida. Sentía como las lagrimas ardían en mis ojos, pero ise caso omiso. Intenté esconderlas.
-    No, sabes que no lloro.
-    Pero lo estas. – dijo mirandome preocupada.
-    ¡No es cierto!
-    Esta bien, voy a pasar tiempo con vos, pero sabes que no tengo mucho… - empezó a decir, pero algo en su computadora la interrumpió.
-    Sabes que, ni te preocupes. Andate ya si queres. – dije con la bronca en la gargantá y las lagrimas a punto de saltar.
Me tiré en la cama y evite las lágrimas. El dolor de cabeza me taladraba el cerebro y no podía pensar bien.  La oscuridad de mi cuarto era como un refugio, aunque las voces de mi familia del otro lado de la puerta me hacían sentir como un raton escondiendose del halcón.
Me pregunte cual era mi problema últimamente, estaba muy llorona. Sabía que tenía algo que ver con los Giordano, pero no lograba entender la exacta razón. Tanto pasando en tan poco: un mejor amigo, tres confesiones, un novio, un chico celoso, una confusion muy grande (la de si me gustaban ambos hermanos o que), una nueva amiga, una enemiga, tuve mas valor, reconocimiento de parte de mis compañeros, me gane la confianza de otros y mía, mi orgullo había crecido significativamente, y mas importante, ya las cosas no me daban igual, como no me daba igual el hecho de que mi madre se fuera un més cuando no la veía nunca. El tiempo que había pasado con ella era tan poco que no lo podía creer.
Al día siguiente les conté a Marcos y a Mocca sobre el viaje de mi mama. Los dos estaban indignados.
-    Que… maldita. – comentó Marcos.
-    Totalmente, aunque yo hubiera usado algo mas fuerte. – dijo Mocca. Las lagrimas volvieron aunque por suerte no tenían intensidad, no lloraría, pero el dolor de cabeza volvía y el ardor en los ojos aumentaba.
-    Tranquila, no te enojes, pobre, mira su lado, hace todo lo posible por la familia. – me tranquilizó Marcos.
-    No, si eso hiciera no descuidaría de esa manera a nuestra familia en cuanto a lo afectivo. – respondí. Sabía que Marcos tenía que decirme, pero Mocca, que no sabía que opinar, se limito a abrazarme. No pudo haber hecho mejor.
-    Todo va a estar bien. – me tranquilizó Mocca.
-    ¿Qué pasa aca? – preguntó Leo – ¿Me dejas un poco, hermanito?
-    Eh, si…
-    ¿Qué soy, una cosa que pasa de una mano a otra?
-    ¡Claro! – contesto – Por cierto, hola. – me saludo en voz baja sobre mi cabeza con sus brazos rodeandome firmemente.
-    Hola…
-    ¡Leo! – exclamó una voz afransesada.
Todos nos dimos vuelta y ahí estaba ella, caminando hacia nosotros: Adelise.
- Pero la pu…