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19 de mayo de 2011

Despedidas


Ya habia pasado un mes de la fiesta de Mocca, y sin embargo la misma pregunta revoloteaba por mi mente y mi estomago: ¿Qué le pasaba a Leo? Al principio parecia tener un odio injustificado hacia mi persona, en la fiesta su comportamiento habia sido de lo mas extraño, un desorientado al verme, el tipico “fachero” antes de darme el beso, y desde ahí hasta ese momento no me habia dirigido la palabra y habia evitado toda especie de encuentros conmigo, pero si habia uno, siempre era con una chica. Como el tiempo pasaba me hiba dando mas y mas cuenta de que su actitud hacia mi iba de fogosa y fria como el hielo. Yo estaba completamente desorientada, odiaba el hecho de que cuanto mas tiempo pasara de aquella nocha, mas pensara en él, aunque talvez eso fuera mi imaginación. Cuando en esos momentos recordaba mi pasado era con melancolia hacia lo facil que me resultaban las cosas, los problemas simplemente se me resbalaban. Era como un impermeable, y queria volver a serlo.
Durante clases ya no me daba lo mismo las idioteces que decian mis compañeros o la injusticia de las profesoras. Tampoco me gastaba en discutir. Ahora, no se de que era, pero era como si mi sentido de justicia se hubiera crecido hasta el punto de ser una persona completamente distinta, y en muy poco tiempo. Antes era una chica colgada que lanzaba un comentario inteligente cada tanto, ahora era una bomba. Habia descubierto el nivel de mi inteligencia y ahora pensaba ver hasta donde llegabala misma, y sentia el deber de defender mis creencias y a otros que todavía eran como yo antes. Ni yo entendia la revolución que se estaba dando dentro de mi persona, pero simplemete sabia que la persona que tanto estuvo esperando para salir estaba emergiendo de la tierra, o mejor dicho, de mi interior. Lo se, da miedo.
A estos problemas personales, tenía el problema de mis compañeros. Yo siempre habia sido impulsiva afuera del colegio, pero eso ya habia llegado demasiado lejos. Al ser mas impulsiva dentro y fuera de la escuela, no media mis palabras, ni mi vocabulario (eso que a pesar de todo, cuando tengo que putear a alguien siempre lo digo con un todo de “andate a la mierda” y mas dulce, como que realmente se quede callado, porque puteadas con puteadas, pero a mi tono agridulce nadie se le acercaba) y mis compañeras se lo tomaban mal. Los chicos eran definitivamente un mundo distinto, sus opiniones eran en cierto modo parecidas a las mias a pesar de todo. Mientras mas tiempo de ese mes de marzo pasaba me daba mas cuenta de que en cierto modo no estaba sola, Mocca era mi mejor amigo y siempre estab con migo y de mi lado, note hasta que mis compañeros me tenian cierto respeto, y me querian bastante. Era bueno darme cuenta pero confuso a la vez, cuando uno acostubra a ser una inadaptada, el pasar a ser alguien querido y llamativo era un cambio muy brusco.
El 21 de marzo fue mi cumpleaños. No tenia en mente hacer mucho, era un martes y habia decidido faltar a claces. Mi papa, como siempre hacia al ser jubilado y no tener nada que hacer, dormia, y que envidia le tenia (yo mas de ocho horas diarias no puedo dormir).
Me puse a pensar. Leo, tan rebelde como parecia ser, no me sorprenderia si me hubiera besado para vengarse de algo o molestar a su hermano, aunque esto no explicaria su extraño comportamiento… ojala el beso no huera sido por venganza, pensé mientras soltaba el dibujo que hacia y me ponia en posición fetal, es tan lindo… y es raro como me hace sentir, no es como Mocca, eso es porque él no me gusta pero Leo Entonces saque la cabeza de mis rodillas, impresionada por mis propios pensamientos.
-    ¡No, no y nooo! ¡No hay modo de que me guste ese imbesil, inútil! ¡Lo odio! ¡Lo odio! – comenze a gritar tapandome la cara con un almohadón.
-    ¿Qué paso? – pregunto mi papa alertado.
-    ¡NO ME GUSTA! – exclame con la cara en la almohada haciendo caso omiso a la presencia de mi papa.
-    ¿Te gusta alguien? – mirando para otro lado incomodo – no soy el que se encarga de esos temas, ¿pero es este chico que viene a veces a casa?
Me puse roja, mi corazon dio un brinco. ¿Me gustaban ambos?
-    Hay, mierda. – dije en medio sollozo.
-    Te dejo, pareces loca. – se largó mientras yo repetia como un mantra: nomegustannomegustan.
Media hora mas tarde del que denomino mi primer acto de histeria, decidi salir. Mis nervios hacian que un cosquilleo recorriera mi estómago y mis brazos. Caminé sin rumbo por unos diez minutos, e increíblemente, con la corta distancia recorrida, logré perderme. Entre a un kiosco para preguntar donde estaba (sintiendome completamente patetica) y comprar algo de comer.
-    Esto es el cano, nenita. – me respondió con un tono burlón el tipo.
-    Eh, nenita nada. – le advertí, odiaba que me llamaran asi.
Me miro feo, y estuvimos a punto de tener una gran discusión, pero por alguna razon el rostro del kiosquero simplemente me dio risa.
-    ¿ De que te reis? – me pregunto, probablemente dudando de mi salud mental.
-    Nada, nada….
-    ¿Luna? – preguntó una voz masculina.
Me di media vuelta para encontrarme con un chico, que en cuanto a si era lindo o no solo se podria decir que no le faltaba mucho para llegar a los niveles de Mocca y Leo, sonriendome. Tenia unos grandes ojos negros y el pelo rubio. Alto, bastante musculoso, aunque tenia un aire a ser alguien con el que te morias de risa. Se me acerco y me abrazo. Completamente avergonzada me aleje.
-    ¿No te acordas de mi?
-    ¡Ah…! No. – respondi sarcásticamente. Él se rió.
-    ¡Soy Al! – anunció desesperado – De primer grado, ¿Aladino?
-    ¡Ah si! Ya me acorde. – respondi riendo – cambiaste un monton…
No era broma. El chico que recordaba de primaria que habia sido mi mejor amigo era el tipico chico-nerd, con anteojos gigantes y cara de tonto. Ahora… bueno era… muy lindo.
Nos fuimos caminando, tuve suerte de que él se hubicara. Charlamos y al llegar a mi casa me pareció como si Al tenia intenciones de quedarse por mas tiempo.
-    Bueno, yo tengo que ir subiendo. – anuncié.
-    ¿Ya? ¿Por? ¿Nada de tiempo tenes?
-    Es que, necesito preparar unas cosas…
-    ¿Para?
-    ¡No seas tan metido! Es mi cumpleaños. – le informe.
-    ¿En serio? ¡Perdon, no sabia! – se disculpó.
-    No seas tonto, ¡es la primera vez que me ves desde hace casi 7 años!
-    Bueno, ¿mañana tenes algo? – preguntó.
-    Mañana… no, mi mama se va de viaje, mi hermana sale y mi papa tambien, por lo cual estoy libre.
-    ¿No salias con nadie? – negué con la cabeza.
-    No.
-    Ahora si.
Me dio otro abrazo y un beso en la mejilla y nos despedimos. Entre al edificio y me subi al ascensor. Mordiendome el labio pensé: Que lindo que esta mi Aladino. Verlo devuelta me habia animado completamente. Me veia al espejo y vi que estaba roja, y solo podia recordar los buenos momentos que habia pasado con ese amigo mio que el reencuentro había desenterrado. Toda mi vida me habia gustado, y estaba segura de que él tambien. Aunque, después de tanto tiempo me parecía imposible que los viejos sentimientos de él fueran como los de cuando teniamos 5 años. Ni los mios lo eran, antes me gustaba porque era tan distinto al resto, ahora simplemente lo veia y… era como ver a un Adonis. Tenia ganas de otro abrazo. Me rei.
Al llegar a mi casa abri la puerta y me recosté en mi cama con una sospechosa felicidad. Fue en ese momento en que me di cuenta que desde que lo vi a Al no pense ni en Leo ni en Mocca, pero ahora que habian vuelto a mi mente me pregunté: ¿Quién sería mas lindo? Sin duda, los hermanos no solo eran mas lindos sino que ademas mas facheros, ademas el estilo de Leo no se comparaba con el de Al ni el de Mocca. Leo era la cabecera de todos los chicos que conocí en mi vida.
Estuve un rato largo atrapada por las historias de mi papa, quien amaba contar de sus experiencias en la Argentina durante la segunda guerra mundial, aunque nunca contaba lo que querias escuchar: sobre la guerra. Las historias de mi papa estaban buenas cuando te contaba sobre la politica deficiente y las inutilidades de la sociedad, quiero decir, era como ver tu programa favorito, en especial para mi con mi interes por esas cosas. Simpre dije esto: cuando mi papa hablara sobre las guerras mundiales desapareceria por un buen tiempo, ya uqe lo estaria escuchando (para los que no se enteraron, esas dos guerras son mi obsecion mas grande). De la charla esta me salvo el portero, o mejor dicho Mocca, quien habia invitado a cenar para no tener que soportar sola el plomazo de mi tio y mi primo con la novia y su hija bebe que literalmente era la cosa mas molesta y dictadora que conoci.
-    Hola – le salude.
-    ¡Feliz cumpleaños! – me felicito dandome un gran abrazo que le gano en darme vueltas a la cabeza al de Al.
-    Gracias. – agradeci mientras Martín me daba mi regalo.
-    Espero que te guste. – dijo él.
-    ¿Es broma?
En una mano tenia el envoltorio del regalo roto y en la otra una caja de acuarelas.
-    Me encanta – comenté para mi misma completamente sorprendida.
-    Como siempre estas con una lapicera y una hoja en la mano supuse que te gustaria. – sin una palabra mas lo abraze yo.
No se que me pasabe en ese momento, pero desde aquel dia necesite un abrazo siempre.
Cuando estabamos en mi cuarto, sentados en el piso, le conte de Al. Que me lo habia encontrado y que eramos amigos de antes, aunque omiti el hecho de lo bueno que estaba y de que me habia gustado.
-    ¿Te abrazó? – dijo con un tono de desepción cuando le termine de contar. Ni una palabra salio de sus labios ni se le escapó una mirada, se habia quedado mirando ausentemente una de mis carpetas de dibujos.
-    Eh, si, ¿por? – pregunté.
-    Gusta de vos, ya te lo digo. – opinó – no me cae bien.
-    ¿Por qué no? Era un chico muy divertido. – recordé yo - ¿estas celoso? – pregunté acercandome a él sin darme cuenta de que la cercanía en la que estaba podria incomodarle, aunque con Mocca no lograba medirme en eso
-    ¿Qué? ¡Claro que no! – exclamó incomodo mirandome después de un largo rato - ¿Por qué estaria yo celoso de él?
-    Que se yo, talvez tendrias miedo a que me robara y te quedaras sin mejor amiga. – bromee guiñandole un ojo y sacando la lengua.
-    Pff… seguro, como si fuera a pasar.
-    Mal, yo nunca te cambiaria, ademas, sos mas gracioso que él. – comenté sacandole la carpeta, me sonrio.
-    Es cierto, te olvidaste de algo. – recordó mientras yo me levantaba para comer algo.
-    ¿Qué?
-    Sos mía. – dijo con una sonrisa todavía mas grande.
Mi corazon dio un vuelco. Suya, ¿Suya?
-    ¿Tuya? No soy de nadie. – pregunté nerviosa.
-    Eso crees vos.
Se paro, me tomo de la mano, y fuimos al comedor, donde estaba toda la familia. Todos me preguntaron si me pasaba algo ya que me habia puesto colorada. Nada, respondía.
Pero algo pasaba, ¿Era suya? ¿o seria que Mocca era muy posesivo? Esto era demasiado para un solo día.
Hise de cuenta de que no estaba nerviosa, y pase el resto de mi cumpleaños. Las velas, la torta (que me tuve que limitar mucho, cuando de dulces se trata no se cuando parar, o si pero no quiero) y los cantos desafinados.
-    No te lo olvides, sos mia. – me recordó mientras me saludaba con un beso y se fue.
Era extraño, pero con esa frace habia logrado dejarme mas confundida que un beso de Leo. Soy de él, pensé, me reí, y dormi con una tranquilidad alertante.
Al día siguiente, me despertó un timbrazo. Eran las cuatro, no habia comido nada en el día, me había tenido que despertar a las seis de la mañana para llevar a mi mama en el aeropuerto y esperar a quedarme sola para volver a dormir, que habria sido a las once o doce. Con un dolor que me partía la cabeza fui a atender la puerta, no habia nadie. Se escucho otro ruido, sera el telefono, ¿Quién llama a esta hora? Pensé. Atendí, nadie. Me fui a dormir de vuelta y en cuanto me recosté volvió a sonar. “¡Que pesados!” grité sin poder evitarlo. Atendí, esta vez, el portero.
-    ¿Quién es? – pregunté malhumorada.
-    Eh, bueno, ¡no me trates asi! Me dijiste que pasara, ¿o no? Soy Al. – respondió. Mi dolor de cabeza desapareció tal como mi palidez.
-    Ah, cierto. Ya bajo, espera.
Me cambié lo mejor y mas rapido posible, tome mi celular y mi plata, y baje en el ascensor.
-    Disculpame, es que me despertasrte. – me excusé mientras salia del edifició.
-    Ah, me habia olvidado que dormias hasta altas horas de la tarde. – comentó él, cosa muy cierta – Ademas, te traje tu regalo.
-    ¿Por?
-    ¿Como por? ¡fue tu cumpleaños, capa! – exclamó.
-    No tenias que…
-    Ni te molestes, abrilo. – me interrumpió.
Lo abrí. Un gorro violeta oscuro con rayas tipo escocés. Era muy linda, me la puse, aprovechando que combinaba.
-    mira que ojo que tengo, eh. – se elogió mientras caminabamos en rumbo a, para mi, un lugar desconocido. O por lo menos seria desconocido el camino.
-    Y si… - le di la razón y reí. Al me miro con nostalgia.
-    ¿Cómo te va en el colegio?
-    Mal. – dije instantáneamente, le sonreí y le pregunte como le iba a el.
-    Bien, creo… - dudó, con expresión de indiferencia.
-    Tus compañeros supongo que son mejores ahora… - dije pensando en los martirios que eran nuestros compañeros antes.
-    Los tuyos tambien.
-    No, son casi los mismos.
-    ¿No te cambiaste de colegio? – preguntó alertado, deteniendose en la calle.
-    Nop. – conteste con indiferencia. El retomo el paso.
-    ¿Cómo haces? ¿Por qué no me avisaste? ¡ahora me siento culpable!
-    No seas tonto, ¿Por qué sentirse culpable? Sentite afortunado.
-    ¡Porque te dejé sola!
-    No estoy sola. – le correjí.
-    ¿te llevas bien ahora? – preguntó.
-    Mas o menos. – expliqué – con los chicos si, las chicas no. Ademas ahora tengo a mi mejor amigo…
-    Gracias. – se sentía alagado.
-    No vos, tonto. – volví a corregirle – Es otro chico.
-    Ah… - dijo sintiendose desepcionado.
Le pasé un brazo por los hombros y entramos a la cafeteria, o lo que fuese.
Pedí lo de siempre: frappe mocca. Me daba risa que mi café favorito tuviera el nombre de mi mejor amigo.
Nos sentamos, charlamos y nada… me encontré con Leo. Él se sentaba con unos compañeros suyos, y ya desde que lo miré, su mirada estuvo en mi y en Al, y en lo unico que podia pensar cuando veia aquella mirada era en un gran y notorio signo de pregunta. Hice todo lo posible por ignorlo, aunque me resultaba imposible, ademas, sabía que también Al intentaba ignorarlo, estaba segura de que se habia dado cuenta de ese raro chico lindo que nos miraba tan intimidatoriamente.
Entré al baño después de terminar el café. No pretendia ir, solo queria escaparme de esa mirada y sacar mi mente de Leo. De todo lo que habiamos hablado con Al, no habia entendido nada, mi mente repetia tal como si estuviera meditando con un mantra: “Leo, Leo, Leo…” Era insoportable.
Me miré al espejo, y tenia ardiendo las mejillas. Me moje la cara y, sin secarme ni las manos, me apoyé en la pared.
Entonces apareció Leo, quien de algun modo habrió la puerta y la cerro con llave a una velocidad increible. Lo mire, empapada, y a las llaves.
-    Se las saque un tipo, una apuesta. – se excusó moviendo la mano en señal de irrelevancia.
-    Ah… y se podra saber… ¿Qué haces aca? – le cuestioné furiosa.
-    Queria saber quien era ese idiota. Una cosa es que salgas con mi hermano, pero ese… Pff, es un infeliz.
-    ¿Infeliz? ¿Tu hermano? ¿Pero quien te crees que sos? – estaba indignada. Pero tambien feliz.
-    Mira, Luna – un estremecimiento recorrio por mi espalda cuando, por primera vez, pronunció mi nombre - , hablo muy en serio. No quiero que salgas con él. Es un idiota.
-    ¿Y vos que sabes? ¿Te pensas que tenes derecho a juzgar a un amigo mio de hace mil años, robar una llave a un pobre hombre por una estúpida apuesta, y hablarme como si te perteneciera, como si fuera tuya? – le pregunte.
-    Si, mas vale. Se mucho mas que vos de ese amigo tuyo. No quiero que… te lastime. – concluyó mirando a otro lado. Mi corazón sió un brinco notorio.
-    No me importa que sabes y que no. Yo salgo con quien quiero.
-    ¿Y si hago que no quieras salir ni con él ni con ningun otro? – ofreció repentinamente, atrapandome en la pared y mirandome seria pero seductoramente a le vez.
-    - ¿Q, que? ¡No! – exclamé yo confundida y aturdida. El se rió, me sacó la gorra, se acerco al punto de que estaba muy apretada hacia la pared, cerré los ojos con fuerza, y me besó muy levemente. Escuche su risa maligna.
-    ¿Ahora, seguis insistiendo? – preguntó.
-    N, si, si… - dije mirandolo. Tenia los ojos mas verdes y grandes que antes.
-    Como quieras. – se rindió dandome la gorra de vuelta. Se la saque bruscamente, mirandolo con enojo (a todo esto la cara de él tambien habia quedado mojada) y salí, aun mas acalorada y roja, del baño.
-    ¿Estas bien? Tardaste mucho… - me preguntó Al.
-    Eh… si, si. – ahora habia quedado como una estupida.
Lo que Leo tenia lo consideraba un verdadero y admirable poder. Habia logrado que no solo quisiera dejar plantado ahí en el medio de la calle a Al, sino que también irme hacia donde él estaba, para verlo o no se…
Cuando me dejo en mi casa, intentó entrar.
-    No, estoy muy cansada. – le negué, con cierto punto de razon, ya que estaba agotada, pero la culpa de que me quisiera ir y de mi estado era mi encuentro con Leo.
-    Bueno, esta bien. – accedió.
-    Chau, nos vemos. – me despedí, metiendo la llave en la cerradura.
Al me tomó del brazo y me besó. Casi instantáneamente lo aleje.
-¡Dios! ¿Qué tienen los pendejos hoy en dia? – pregunté furiosa.
- Disculpa, no creí que te ofenderias, pense que sentias lo mismo que yo…
Me agarró el ataque de ternura y compasión al escuchar esa frase. Hasta ahora, nadie se me habia confesado…
-    No te preocupes, es que aunque nos conocemos de hace mucho ya, recien nos reencontramos, después de todo ese tiempo, ayer. Me parece demasiado presipitado.
-    Pero vos, nunca… ¿nunca gustaste, entonces, de mi?
-    ¡No! Digo, si. De chica, pero eso fue hace mucho, los sentimientos se pierden con el tiempo, en especial cuando se esta alejado o demaciado cerca. – le tranquilizo ella.
-    Yo nunca te olvidé ni cambie lo que sentía.
Mi corazon parecía una regadera. No podia respirar, estaba conmovida y confundida. Me despedi, y entré al edificio. Aun pensaba, sin interrupción, en el maldito de Leo. Era mas fuerte que yo.

A diferencia de mi primer encuentro con Leo, esta vez mi reacción fue mas como la suya. Logré ignorarlo sin problemas y el habia quedado mas que desconcertado, aunque mi mente continuaba, por momentos, con ese irritable mantra. Estaba preocupada por Mocca, desde mi cumpleaños se veia diferente, distante, frio. Le pedí a uno de los chicos que me averiguara sobre que le pasaba, pero mi amigo negó toda indiferencia o frialdad de su parte hacia mi persona. Yo sabia mas o menos, me tenia una vaga idea. Leo era el culpable. Probablemente le habria contado a Mocca sobre Al, cosas como una relacion que no le queria conta, y que no confiaba en él. Sin soportarlo, le pedí a una de las chicas de su curso, Angelica, con la que me llevaba bien que le avisara que queria hablar con él después del colegio, ya que Mocca no-se-a-donde se iba, solo.
Angelica, por cierto, era probablemente la chica mas agradable y linda de la secundaria. Alta, con curvas y pelo rubio claro y lacio hasta la cadera, con ojos de un color similar al del lapislázuli. Era hermosa. Despues, era un chica, tonta como burro de carga, pero muy dulce y simpática, e incluso servicial. Me llevaba bastante bien.
A la tarde nos encontramos. Me costo juntar el valor para hablarle, pero ni tuve tiempo para eso. Directamente, me vino a hablar, sin preámbulos. Me acompaño hasta mi casa.
- ¿Qué le dijiste a Mocca? – le pregunté acusandolo instantáneamente.
- Le conté de ese idiota, de que salieron, y de que te besó. – lo mire incrédula.
- ¿Cómo, como supiste…? – comencé.
- Te dije que te mantendria vijilada. No me gusta ese tipo. – se explico.
- Pero, no entiendo… - me detuve al ver que habiamos llegado a mi casa.
- Pero tenes que subir, a menos que quieras…
Nos miramos fijo, ambos habiamos tenido la misma idea. Le abri la puerta y lo deje entrar. Subimos en el ascensor, el cual nunca me habia parecido tan chico antes, en un silencio raro. Nadie estaba en casa. Mi mama aun estaba de viaje, mi hermana se habia ido a lo de una amiga, que era lo mismo a que desapareceria hassta el dia siguiente, y mi papa se acababade ir al medico. Llegamos, le deje entrar.
Suspiré.
-    ¿Ahora  que…? – pregunté y Leo me beso.
Me empujó hasta una de las paredes de living. Queria saber que pretendía, pero no me queria separar. Le saque la remera y el acarició mi espalda. Un escalosfrío recorrio mi cuerpo. Antes de llegar muy lejos, tendria que saber que queria, en realidad, llegar a aquel extremo no me preocupaba en nada.
-    Leo… ¡Leo! – exclamé alejandolo lo maximo posible de mi - ¡Para!
-    ¿Por? – preguntó mirandome extrañado – No me digas que te asustaste.
-    No, no. No es eso… - dije – es solo que aun estoy preocupada por el tema de Mocca.
-    Ah, bien. Besame no mas pensando en mi hermano. – se quejó.
Lo mire con seriedad. Se encogió de brazos, y con un suspiro de exasperación me fui a mi cuarto.
-    Lindo… - comentó Leo, que me habia seguido – Algo raro.
-    ¿Algun problema? Me gusta el blanco y el rojo. – cuestioné tirandome en la cama y sentandome, sobre esta, como siempre hacia que estaba pensativa. ¿Le decia?
-    No, ninguno. – negó el setandose en frente mio sobre la cama.
Nos miramos.
-    ¿De donde lo conoces a Al? – pregunté repentinamente. Ni yo entendía porque lo decía.
A veces me pasaba, hablaba sin pensar ni siquiera en el tema, o sin siquiera saberlo, y generalmente no eran cosas tontas, sino lo contrario. Era como si mi voz pudiera pensar y actuar por si misma. Se que da miedo, pero yo agradezco a estos impulsos que mi voz tiene a veces, me ayudo en mas cosas de las que siquiera yo podria imaginarme.
- De años. Solíamos ser amigos. – confesó.
Entonces, él era es famoso mejor amigo de Al, ese chico rebelde y estúpido. Ahora entendia, ese tipo de persona que me habia descrito Al en nuestra infancia era la perfecta versión pero mas chico de quien tenia ahora en frente mio.
Asentí.
-    Supongo que ahora entendes porque te dije que te mantuvieras alejada.
-    Eh, no. Si ya no es tu amigo, ¿que te importa que salga con él?
-    Es que… ¡No quiero que salgas con él! – exclamo desesperado.
-    No sos mi dueño. No tenes derecho a decirme con quien salir. – le reclamé.
-    Claro que sí. – me contradijo para mi sorpresa – Veo que ya olvidaste todos los momentos que pasamos, en la fiesta, en el baño, recien…
Su sonrisa se agrandaba cada vez mas. Entonces… no lo negaba.
-    Mira, si vos tenes ese derecho sobre mi, yo tengo el derecho de que no te lleves a esas chicas a tu casa y co…
-    Es que yo tengo poder sobre vos. – me interrumpió Leo.
-    ¿Por ser mayor?
-    No, por no poder estar sin mi, por que yo te resulte tan irresistible que no te me puedas negar. – explicó acercandose.
Ya entendia lo que estaba haciendo en ese momento. Era una demostración de su “poder”. Yo pensaba en que me podria contener, pero en cuanto estuvo mas cerca lo unico que pude hacer fue morderme el labio y mirarlo con cierto deseo y temor. Parecia hipnotizada. Se alejó.
-    ¿Ves?
Yo miré hacia el piso, primero con tristeza por darme cuenta de que no importara mi voluntad, el podría cambiarla. Aunque, como siempre pasaba con alguien como yo, mi pena se volvio rabia y enojo.
-    Sos un idiota. – le acusé.
-    ¿Te pensas que eso va a cambiar como te hago sentir? – preguntó él bastante divertido.
-    Claro que no. Lo admito, no soy dueña de mi mente y mis acciones cerca tuyo. Sin embargo, aunque vos pienses que no lo puedo revertir, porque me gustas, yo se que puedo. – practicamente me confesé mirando a un punto fijo en el suelo, pero después lo mire directo a los ojos y le dije: - Lo voy a hacer.
Leo se quedo medio herido medio sorprendido.
-    ¿Por qué? ¿Por qué queres hacer eso? Yo pense que…
-    ¡Porque no puede ser que solo por que te acerques un poco o me beses no pueda ser dueña de mis propios actos!
-    Ah, bueno… - dijo mirando para otro lado.
Hubo un silecio incomodo por un momento.
-    Dejame hacerte una pregunta. Ahora que ya, para mi gran vergüenza me confese, - al decir esa palabra su vista salio del piso para verme con cierta esperanza, me costó seguir, respiré hondo, me armé de valor, y termine la frace: - podrias decirme si yo… si yo soy… ¿soy como las otras?
-    ¿otras? – preguntó
-    Si, esas que te llevas a tu casa para pasar el rato, osea… no creo que gusten todas… - intenté explicarme, pero no podia evitar el imaginarme como mis mejillas se volvían cada vez mas rojas y lo ridícula que deberia parecer.
-    Deberias abrirme. – propuso.
-    ¿T, te vas? – pregunté desepcionada.
-    Si, tengo otra gente que quiere estar con migo. Es ridiculo que desperdicie con vos mi tiempo.
-    Sos un imbecil. – le insulte abriendole la puerta.
Bajamos por el ascensor, me sentía incluso mas incómoda que antes, y nos dirijimos hacia la puerta del edificio.
-    Por cierto, vos no sos una cualquiera – dijo antes de despedirse -, realmente me… gustas.
Despues de eso, Leo se fue sin decir ni hacer nada mas. Yo me quede ahí con una pregunta en la mente:
¿Qué tenían estos hermanos con esas despedidas tan shockeantes?

1 comentarios:

LunaticTears dijo...

KYAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!!!!!!!! GENIAL!!! "¿Qué tenían estos hermanos con esas despedidas tan shockeantes?" XDD

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