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22 de junio de 2011

Amores pasados


-    ¿Hola? ¿Hola? – se escuchaban los gritos de mi papa que no escuchaba al otro lado del telefono.
-    Hola, papa, soy yo. – dije en un tono lo mas alto posible.
-    ¿Luna? ¿Qué queres? ¡Estaba durmiendo! – exclamó.
Ya me di cuenta…
-    Te queria decir que me vuelvo a casa. – expliqué.
-    ¡Ja! No. – negó.
-    Me siento mal… es esto o te llama la directora. – amenazé.
Sabia mas que bien que el hecho de tener qe escuchar la insoportable voz de la directora interrumpiendo sus tan amados sueños.
A todo esto, estaba siguiendo el consejo de la profe.
- Yo, si fuera vos, no iria a la tarde. Te van a hacer la vida imposible por lo que dijo Luke, ya que fue tu culpa, en cierto modo. – me recomendó.
- Si, supongo…
- Vamos, te llevo a tu casa. – me ofreció antes de preguntarme donde vivia. Fuimos caminando, hablando mas de chismes del curso que de otra cosa. No entendía, ¿Cómo una profesora que tenemos de hace un año sabía mas sobre mis compañeros que yo misma, que los conocia desde que tenía 7? Aunque, tampoco que me hubiera interesado demasiado por ellos…
De todos modos, llamé a mi papa, le amenacé con que lo llamaría la directora, y no le quedo otra que decirme que me fuera… bueno, no era un lugar muy agradable aquel.
De todos modos, aunque no queria volver al colegio, volvi a la tarde para ver a Mocca. Lo necesitaba, mucho. Me saqué ese uniforme tan molesto y me puse lo primero que encontré. Los jeans, ya viejos, rotos y con varias manchas de acrílicos, y ese buzo gris que me quedaba enorme con letras azules. Las zapatillas hechas bolsa que tenía desde hacá un año… Como veran, no me interesan esas cosas. Tampoco me interesaba el estado en el que estaban.
Le mandé un mensaje a Leo, pidiendole que fuera a la esquina. Un par de minutos mas tarde, Leo me estaba mirando de arriba abajo con una expresión que teinen las fieras al ver a su presa, y no sabía si me miraba asi para burlarme por el buzo con manchas rojas y azules o si por otra razon.
-    ¿Te vestiste asi para mi? Supuse que me querias, pero nunca me imagine que tanto. – bromeó.
-    Callate. – le dije.
Se acerco a mi y se detuvo muy cerca mio, algo muy parecido a lo que habia hecho esa vez en el baño.
-    ¿Vamos? – preguntó, sabiendo uqe ya me habia puesto algo nerviosa.
-    Hasta que lo dijiste.
Entonces me guío hacía donde estaba una moto roja.
-    ¿Vamos a tu casa en moto? – pregunte – no sabía que si quiera supieras manejar.
-    Hay muchas cosas que no sabes. Dejame recordarte algo, solo los que somos geniales como yo pueden tener una moto como esta.
-    Ah, disculpa. – dije sarcásticamente. Parecía algo orgulloso, pero no de la moto ni de mi. Sino de él mismo. Que típico.
-    Toma, no quiero que ensucies la casa con sangre si te caes de la moto. – bromeó tirandome el casco.
-    Ah, que lindo… - musité.
-    No tengas miedo, no soy tan mal conductor. – me tranquilizó.
-    No tengo, estoy segura de que no muchas salieron sangrando de tu moto. – comenté ironicamente guiñandole un ojo y subiendo a la moto.
Leo se quedo tildado.
-    ¿Estas bien? – pregunte. Tal vez no debería haber hecho ese chiste, que tal si alguna vez tuvo un accidente…
-    Si, pero… no se supone que eso fue una escena de celos, ¿no? – preguntó – Me tienen un poco harto esas cosas.
-    ¿Escena de celos? Bueno, no soy la única que tiene que aprender del otro.
-    Es que todas las pibas con las que siquiera… - se detuvo y siguió haciendo caso omiso a mi mirada divertida y curiosa, como si no supiera que hacia con ellas, pensé – Siempre me venían con las otras.
-    Que boludas. – opiné.
-    ¡Si! Mira, no puede ser que se molesten por cosas que ya pasaron… - parecía realmente ofuscado. Me dio risa, aunque intenté retenerla - ¿Qué te pasa?
-    Nada, sos gracioso a veces. Vamos. – indiqué golpeando la parte de adelante del asiento en la cual debería estar él sentado.
-    Esta bien. – acepto sentandose con la cabeza en otra parte.
-    No te preocupes, confío en vos. Ademas, no me interesan las de antes si ahora estoy yo. – le tranquilicé.
-    Gracias. – dijo, con una nota de felicidad. Me aferré a su espalda con una sonrisa de oreja a oreja.
Ibamos a tal velocidad que lo que antes me podría haber tomado 10 minutos en auto, con Leo había llegado en cinco. Me baje sin problemas y le tendí el casco.
-    Gracias.
-    ¿No te mareaste? – preguntó.
-    No, para nada, ¿por? – respondí.
-    La mayoría se marea, le agarran nauseas. Incluso tuve una que casi me rompe el tímpano.
Me reí a carcajadas.
-    Que tonta. – y se me vino una idea a la cabeza de quien podria ser esa chica -¿Angélica?
-    Si, ¿Cómo supiste…? – preguntó sorprendido.
-    Se me vino a la mente. Es algo que ella haría.
-    ¿son amigas? – parecía preocupado.
-    No, no te me alteres. Simplemente hablamos a veces. Es buena chica. – pero tiene las luces dentro del auto, pensé.
-    No te pienses. No es lo que parece. – me advirtió.
-    Tranquilo, no hay nada de lo que me tenga que arrepentir. – le tranquilice con cierta cautela.
-    No, eso me imagino es solo… es que no quiero que termines siendo como ella. Esas chicas que no tienen cerebro ni gracia que se ríen de todo… o que tienen esas cosas, tipo cartucheras, de Disney. ¡Son ridículas! ¡ya tenes 17 años! ¡Que maduren!
No pude evitar la risa. Entre las carcajadas le besé en la comisura del labio y me fui para la casa. Leo, quien se había quedado pensativo, vino con mirada ausente a abrirme la puerta.
Me fui directo, después de hecharle una mirada a Leo, que aun estaba en las nubes, al cuarto de Mocca. No podía creer que si estaba enfermo estuviera solo… Llegué a la puerta y toqué. Como no me contestaba entreabrí la puerta y lo vi ahí durmiendo. No quise molestarlo, parecia estar tan tranquilo en sus sueños, ajeno a todo, que decidi dejarlo. Sin descartar el hecho de lo lindo que se veía. Me reí de mi idiotes  negue con la cabeza. Entonces, baje las escaleras para volver un rato con Leo.
-    ¿Qué pasó? – me preguntó.
-    Esta dormido, no lo quise molestar. – respondí.
-    Ah, bueno… - se quedó pensando – entonces vení, te invito a tomar algo. Necesito hacerte una pregunta.
-    ¿Sobre? – pregunté.
-    De lo que paso con ese chico de tu curso al que suspendieron.
-    Ah… no. – me negué.
-    Por favor, hago lo que quieras. – ofreció tomandome de la cintura.
-    No, por mas tentador que sea odio que me manipulen, y siendo la única persona que lo hace creo que lo sabes mas que bien. – dije y esbozó una sonrisa maligna.
-    Yo se que queres…
-    No. – negue de vuelta y lo aparté. Tomé una manzana y me senté en una silla.
-    Por favor, por lo menos decime que paso. – suplicó.
-    Sos molesto eh…
Y le conté todo, a excepcion de que gustaba de mi. De que me habian rodeado, de lo que me dijeron y que lo golpee.
- Que hijo de… - estaba hecho una furia. Se notaba que quería prácticamente matarlo.
- No te pongas asi. Mintió después de que nos separaran para que lo culparan a él, cuando había sido mi culpa. – defendí.
- Pero… para, ¿tu culpa? – preguntó extrañado.
- Claro, yo le golpeé. – explique.
- Bien. Sabia uqe te defenderías…
- ¡No lo ise por mi! – exclamé frustrada, ¿Cómo era que nadie entendía? Le explique lo que habia repetido mas de una vez ya.
- Ah… que raro…
- ¿Qué paso? ¿A quien golpeaste? ¿Qué haces aca?
- Nada, vino a verte, idiota. Estaba preocupada. Y un par de idiotas la jodieron y termino cagando a trompadas a ese Luke Taylor.
- ¿A Luke? ¿Por?
Y volví a explicar, pero mas resumido.
- Ah, típico de vos. – comentó sentandose con nosotros. Sabia que él me entendería.
- Bueno, aunque no entiendo cual es el problema de ese pibe. La tiene en tu contra Luna. – me informó Leo.
- Sin duda, aunque creo que gusta de ella. – opinó con toda naturalidad Mocca. Leo lo miro fulminante.
- ¡¿Qué?! ¿Ese idiota? – preguntó incrédulo.
- ¡Si! Es obvio. – dijo Mocca.
- Miren, jurenme no contarle a nadie. – y los mire a los dos desafiantemente, ninguno dijo nada, solo me miraban con atención – Ayer, vos, Leo, que nos viste, se me confesó.
- ¡¿Y por qué no nos contaste antes?! – preguntaron los dos al unisono algo alterados.
- Bueno, no se enojen… - pedí en voz baja. Me habían asustado un poco, solo un poco.
- ¿Cómo que no? Es un hijo de puta, ¿Cómo puede, si supuestamente te quiere, - a Leo se le quebró la voz con esa última palabra – molestarte y dejarte en ridículo como si te odiara?
- Debe estar perdido. – opinó Mocca – Es normal, le gusta y no sabe como decirle, por lo cual busca otros metodos para llamar la atención de Luna, vos. – concluyó – Es simple. – y sonrió como un nene al decirte, orgulloso, que dos mas dos es cuatro.
- Disculpame, no soy psicologo. – bromeó Leo.
- Yo tapoco y eso lo sabía. Creo que lo que sos es ignorante, Leo. – dije.
- Ja ja. – rió sin ganas.
- Bueno, cambiando de tema, ¿Cómo estas? – pregunté a Mocca, por eso estaba ahí.
- Bien, mejoré mucho. Gracias. – respondió con una expresión triste.
- ¿Qué pasa?
- ¿Qué mas te hicieron cuando no estuve? – preguntó seriamente.
- Eeeh… nada. – mentí.
- ¿Nada? Tuve que salir a tu defensa ayer. Le tiraron un tacho de basura en la cabeza. La molestaron todo el día, y mira, hasta tiene un moretón ahí. – Leo dijo arruinandome el plan para evitar preocupar a mi amigo, aunque el moretón no solo habia crecido sino que tambien había tomado un color violeta oscuro, y dolía bastante.
Mocca toco esa marca, para mi, de batalla. Sus dedos eran suaves sobre mi piel y el contacto hacían que me dieran descargas eléctricas por todo el cuerpo.
-    No la toques. – gruñó Leo.
-    Eh, tranquilo hermano. No pensaba hacer nada. – le tranquiliso.
Entonces me sonó el celular. Abrí la tapa y me sorprendí en la persona que me estaba llamando.
Bianca.
Atendí, levantandome de la mesa.
-    ¿Qué pasa Bian? – pregunté.
-    ¿Dónde estas? ¡Nos estamos llendo!
-    ¿Llendo? – entonces me acorde – Mierda… me olvidé.
-    ¿En serio? No me había dado cuenta.
-    No hace falta ser tan cruda.
-    Mama te va a matar, ¿Dónde estas? Puedo hacer tiempo, pero no mas de diez minutos y te tenes que cambiar.
-    ¿Cambiar?
-    Si, no te vas a ir a una cena con jeans rotos y un buzo sucio.
-    ¿Cómo sabias que tenia puesto?
-    Siempre lo usas, y soy tu hermana, hay cosas de las que me doy cuenta. Como me doy cuenta de tu memoria a corto plazo. Respondeme la pregunta, que quiero saber donde te me metiste.
-    Estoy en la casa de Mocca y Leo… - respondí.
-    ¿En la casa de esos idiotas? Bueh, ¿Qué hacemos?
-    ¿Está mamá?
-    Si, ya te paso.
-    ¿Hola? Luna, ¿Qué paso? – preguntó mi mamá.
-    Ma, estoy en la casa de Mocca, no se siente muy bien, ¿puedo quedarme a cuidarlo? Vos sabes que esta solo…
-    Esta bien, quedate. Ademas, estaba pensando  en dejarte con ellos, se que odias estas cosas.
-    Gracias Ma.
-    Chau.
Y corté.
Mocca y Leo, cuando me di media vuelta, me miraron con una cara que… no se describirla, era como una sonrisa maliciosa, y una mirada de interés, tal vez demasiado interes.
-    Entonces… Luna, ¿te quedas la noche con nosotros? – preguntó Leo levantandose y dando una vuelta a mi alrededor. Solo pude reir.
-    Mira vos, entonces… - dijo Mocca, tambien levantadose y parandose a mi izquierda.
-    Sos nuestra esclava. – conluyó Leo, a mi derecha. Me sonroje, y obviamente no pude evitar el malpensarlo.
-    ¿Qué? ¿Me van a violar? – bromeé.
-    No, vas a hacer lo que digamos, - respondió – aunque no te preocupes, no te vamos a obligar a hacer nada que no quieras – susurró a mi oído.
-    ¿Cómo que no? Me parecio buena idea… - dijo Leo.
-    Ja ja. Muy gracioso, Leo. - comenté, su sonrisa se hizo el doble de grande y maliciosa. Me mordí el labio, no faltaba mucho para que me sangrara.
Creo que esa fue unas de las mejores y mas bizarras noches de mi vida.
Para empezar, no supimos que hacer. Tanto que decian de “hacer lo que ellos quieran” y ni sabian que querian hacer.
-    ¡Pero no es justo! ¡Se supionde que no tenes experiencia en estos juegos! ¡Sos mujer! – excalmó Leo.
-    ¡Discriminador! – le acusé molesta, aunque sin prestar atención mientras mataba a su personaje.
-    Pues si tenes razón en esa teoría tuya, me parece que esta es o una excepcion o… - opinó Mocca.
-    O es un marciano. – dijo Leo – decime, Luna, te llamas asi por tu tierra nata, ¿no?
-    No, vengo de marte. – contesté terminando de matar a su personaje, después de acabado el juego le golpeé, no muy fuerte, en el brazo.
-    ¿Por qué? – preguntó frotandose el brazo.
Tarde en contestar por la risa que me dio. Estabamos Mocca y yo tirados ahí riendonos de Leo.
-    Por ser un discriminador. – contesté.
-    ¿Pero no habiamos acordado en que eras un marciano? – pregunto en broma.
Sonó el teléfono y Mocca fue a atenderlo aún riendo.
Leo y yo quedamos solos.
-    Bueno, ahora que no esta Martin… - dijo como si anunciara que ya esta la comida acercandose a mi – aprovechemos.
Su sonrisa maliciosa cautivaba tanto que, a pesar de toda la practica, fue muy difícil negarme. Me mordí el labio y fue en contra de la corriente que me llevaba a hacerle caso y le negue con un movimiento de cabeza.
-    ¿Qué pasa? – preguntó.
-    Es que… Mocca aun no sabe, no oficialmente, que estamos juntos…
-    Nadie lo sabe “oficialmente”. – comentó Leo.
-    Ya lo se pero, me da algo de pena. Él aca enfermo, yo vine a visitarlo y si me pongo a… aprovechar su ausencia – expliqué – voy a sentir que vine mas por vos que por él.
-    ¿Y no es asi? – preguntó divertido.
-    No. Vine por Mocca y bien lo sabes. – respondí-.
-    Supongo que algo de razón tenes, en especial por como se siente por vos… supongo que hasta a mi algo de pena me da. – dijo.
-    ¿Cómo se siente por mi? – repetí alterada.
-    Y si… nunca lo vi tan pegado a alguien… no se, pero, vamos, no me vas a dejar con las ganas. El que hace eso soy yo aca. – advirtió con una sonrisa diabólica.
-    Olvidate. – dije con la misma sonrisa.
Entonces llegó Mocca. Nos separamos un poco y él anunció que la llamada había sido de sus padres.
-    ¿entonces no vienen hasta después de comer? ¡Genial! – dijo con alivio y felicidad Leo.
-    Bueno, un poco de consideración, después de todo es tu culpa que tuvieran ese problema. – opinó Mocca.
-    ¿Pero que le hiciste? – pregunté.
-    Solo use el auto…
-    Y lo rompiste, y ni siquiera avisaste. – terminó Martín.
-    No seas aburrido. No era para tanto cuando pasó, se rompió cuando ellos lo usaron. – dijo Leo.
-    Si, pero lo rompiste igual, genio. – le avisé.
-    Aburridos. – nos acusó recostandose tranquilamente sobre mis piernas.
-    No somos aburridos. Por cierto, tengo hambre, ¿que hacemos? – preguntó Mocca.
-    Pedí algo de comer. – recomendó Leo - ¿Qué querés comer, Luna? – preguntó sorprendiendome.
-    ¿Qué? Eh… no se, ¿comida china? – propuse.
-    Dale, Martin, llamá. – ordenó el hermano mayor.
-    ¿Por qué no lo haces vos? – le desafió Mocca, empezando una típica pelea de hermanos.
-    Porque no quiero. – respondió Leo cómodamente desde mi regazo.
-    Dame que yo llamo, Mocca. No vale la pena que peleen por una idiotez como quien llama al restaurante para pedir comida.
Me pasó el telefono y llamé. Probé con los lgares que mas cerca quedaban y la cantidad de pedidos hacian una lista que si fueran personas, la fila llegaría al largo de dos cuadras enteras. Tenía demasiada habre para esperar, por lo cual sin siquiera consultar o avisar lo que haría me levante, tan repentinamente que Leo no tuvo tiempo de levantarse y se golpeó la cabeza contra el suelo, y me fui a la cocina.
-    ¿Qué pasa? – preguntó Mocca siguiendome con Leo, que se frotaba el lugar del golpe con una cara que no indicaba un muy buen humor, pisandole los talones.
-    No van a llegar mas, preparemos algo nosotros. – contesté sin darme vuelta y abrí la heladera.
-    No gracias, me da miedo el que cocines. – dijo Leo.
-    Bueno, no comas. ¿Qué hacemos Mocca? – le pregunté haciendo caso omiso a Leo.
-    No se, fideos es lo mas fácil, creo. – contestó mi amigo sacando un paquete de estos y dandomelo.
-    Genial.
Deje el paquete en la mesada y puse agua en una olla. No tardamos mucho en comer, y a pesar del comentario de Leo, algo preparamos para él.
-    Si que te dejamos callado, Leo. – bromeé.
-    Jaja. – rió con ironía – No te adelantes que nunca dije que me gustara. Solo como porque tengo hambre.
-    ¡Callate! ¡Sos un…! – y antes de seguir, para no decir algo de que me pudiera arrepentir, agarré un fideo y se lo revoleé.
Fue asi como empezamos con esa guerra de comida tan infantil y estúpida. Los fideos volaban por el comedor de los Giordano, y cada uno buscamos un refugio. Mocca aprovecho para esconderse detrás de la mesada de la cocina, Leo se tapaba con el plato, ya desprovisto de fideos, y en mi caso, improvisaba con lo primero que encontraba, ya uqe ni un plato me protegia de las bombas de ambos lados contrarios. Luci como nunca mis dotes de arquera, dados a la ardua práctica que hacía desde chiquita gracias a Luke, que en vez de fideos, las bombas eran sacapuntas, lapices, gomas, cartucheras, etcétera. Hacía bastante que no me divertía con algo tan tonto.
Entonces sonó el timbre. Que pena.
Los dos hermanos se miraron extrañados. ¿Quién será? Nos preguntabamos los tres. No me quedaban muchas alternativas al ver a esos dos sentados, o tirados en el caso de Mocca, sin la intencion de pararse y ver quien era el que tocaba la puerta de su casa. Me pare de mala gana y abrí para, como diria un chico, recibir una buena patada en la entrepierna, hablando en terminos no literales, obviamente. En palabras mas entendibles: fue un bajo a la autoestima.
Era una de las chicas mas lindas que había visto. Si en aquellos momentos me había sentido bien en cuanto a mi apariencia física, después de verla a ella, en cuanto a su estilo, por asi decirlo, me hacía acordar mucho a Bianca. No me quise fijar en como estaba vestida, ya bastante notaba que era linda por verle la cara. Tenía unos grandes ojos verdes pálidos y un pelo largo por la cadera rubío que caía sin interrupción alguna.
Me miró con una especia de melancólica desesperación de esas mujeres que se ven en las películas cuyos novios o maridos fueron a la guerra y no tienn noticias de él, mezclado con una mirada algo desafiante, como si pensara que yo le estuviera sacando algo. Por alguna razón sentí que no era solo el umbral de la puerta lo que nos  separaba. Sentía un vidrio en el medio. Un vidrio entre yo y una completa extraña. Algo en ella no me cerraba.
-    Hola, ¿esta Leo? – su tono francés era amable aunque demasiado meloso. Si había algo  que no me gustaba era el francés, me molestaba su pronunciación como sus palabras. Si les dice algo, estuve aprendiendo desde quinto grado hasta que termine el colegio y siempre, sin falta, me lleve esa materia.
-    Eeh… - dudé. Mire hacía donde estaban Leo y Mocca y me di cuenta de que el primero se había quedado rígido en su asiento. Pude captar unas señas que mi amigo me hacía semi desesperado. Creo que me decía que aparentara no entender, que no dijera que estaba ahí. Sin siquiera pensar en lo que hacía, balbuceé unas palabras en japonés diciendole: no te entiendo. Podía escuchar las risas de Mocca, aunque me di cuenta que Leo, ya descongelado, se había levantado y se dirijía a la puerta.
-    ¡Leo! – exclamó con lagrimas en los ojos y una sonrisa enorme - ¡Por fin! ¡Por fin!
Sin considerar el hecho de que yo estuviera ahí al lado suyo, prácticamente se tiro sobre Leo y lo beso antes de que ninguno pudiera reaccionar. Yo estaba ahí, parada mirando como, alguien con el que estaba en algo asi como una relación, era besado por una chica con la que no podría competir en cuanto a belleza. Aunque no estaba celosa, quiero decir, no estaba celosa del hecho de que fuera mas linda que yo. Estaba indignada, ¿Quién llega a una casa y besa a una persona asi? Bueno, quien mientras el otro no fuera su novio, digo, porque al que estaba besando era MI novio. La ira brotaba lentamente en mi por culpa de la sorpresa que había anulado toda reaccion en mi. Mocca por el otro lado, miraba como una chica miraba una escena romantica realmente aburrida por milésima vez. Me miró e intento llamar mi atención para que me alejara, pero yo no estaba ahí. En el segundo que le tardo a Leo reaccionar ya me había imaginado ahí clavada unas veinte maneras distintas de cómo matar a esa chica, obviamente no en serio.
La reaccion del chico fue, primero quedarse helado, y después empujarla para atrás. Por un momento me alegré de cómo se limpiaba la boca, como si le hubiera asqueado.
-    ¿Qué haces aca? – preguntó con un hilo de voz.
-    Te vine a buscar. Quería disculparme. – respondío ella herida. Me hizo acordar a un poodle, que ganas de golpearla que tenía…
-    Olvidate, ya es muy tarde. – respondió él.
-    ¿Tarde? – repitió - ¿Por qué? ¿hay otra? – demandó saber con enojo, me miró a mi de arriba abajo. Yo contuve el impulso de pegarle una patada y me mordí con fuerza la lengua para no preguntarle que mierda miraba.
-    Otra… - dudó, me miro y sonrió – Si. Sin duda.
Supuse que Mocca se habría dado cuenta de que Leo me había mirado a mi al responder. Me fijé en su reacción, y nada, miraba, con más interés que antes, a la escena en la que yo me había metido tan estupidamente. Entonces me acordé de uno de los días en los que Mocca había venido a mi casa, a principio de año cuando toda esta cosa con Leo empezó y le pregunté por su relación con su hermano. Entonces me dí cuenta de lo idiota que fui al pensar que mi amigo no sabía de mi relación con su hermano.
-    Che, tu hermano… Leo, no parece muy buena onda a veces con vos. – dije algo avergonzada.
-    Parece, es asi solo cuando estamos cerca de sus amigos o en el colegio. – me respondió Mocca.
-    Ah, es que, no parecian muy unidos. – aclaré sin darle importancia. Era increíble pero cada momento me sentía mas comoda con Mocca.
-    No, nada que ver. Es buen hermano, cuando estamos con amigos de ambos o solos. Siempre ayuda, me cuenta cosas para prevenirme de lo que podría pasar, es un genio. – me contó con cierto orgullo reflejado en sus ojos – Aunque es un misterio. Es distinto depende de con quien esté. Solo con migo fue… digamos él mismo. Es raro que trate a otros como a su familia. Con sus amigos es un idiota de pies a cabeza, con las chicas esas que se lleva siempre es simplemente otro de esos chamulleros de los cuales todas se enamoran en el colgio y olvidan al irse a sus casas. Con las que les gusta en serio, no se bien, que yo sepa, es un masoquista.
Entonces me acordé de esa relacion entre hermanos. No podía creer que habpia olvidado esa charla tan importante. Estaba indignada con mi pésima memoria, aunque no sorprendida. Pero recorde a la intrusa, y me volví a la charla.
-    ¿Esta es la que me sacó mi lugar? ¿es una broma? – preguntó horrorizada.
-    Eh, ¿tenes algun problema con migo, francesita? – espeté de muy mal modo. Ella me miro asqueada, pero no me hizo caso.
-    ¿Me estas diciendo que preferís a una chica que habla en chino por ahí?
-    Eh… - intentó contestar Leo.
-    Primero, es japonés, segundo, ¿tenes algun problema con que hable en ese idioma por ahí? E intenta responderme a mi. – le interrupí sin querer. Otra vez mi voz hacía su desfile de vergüenzas en el peor de los momentos.
-    Si. – contesto el poodle.
-    Luna, veni. – me llamo Mocca muy divertido. Mire a donde estaba mi amigo y después a Leo, me sonrió con orgullo y tristeza, lo que me preocupo, y me indico con la cabeza que fuera. Me retiré de mala gana.
-    No te metas. Tampoco te preocupes que nunca volvería con ella. – me tranquilizo Mocca.
-    Pero… ¡se metió con migo! – me queje.
-    ¡Claro! Esa mina debe ser una de las mas celosas, tontas, molestas e insistentes que conocí en mi vida.
-    Pero, ¿Quién es? – pregunte.
-    Es la ex de Leo, Addy. – contestó. Me quise morir, si eso era la ex novia de él, estaba perdida.
-    Ah…
-    No es algo de que preocuparse, solo se va a sentir medio mal por hoy y mañana pero después va a volver a estar como todos los dias.
-    Eso espero. – comenté mientras miraba aquel expectáculo tan desagradable en mi opinión - ¿Qué les paso? ¿Por qué cortaron?
-    Porque ella le engaño. – me contestó con amargura – Adivina con quien.
-    ¿Con quien? ¡¿Cómo voy a saber?! – pregunté medio exasperada. ¿A que venía que adivinara de una lista de personas que estos dos conocían y yo no?
-    Con un amigo tuyo muy cercano… - respondió sin mirarme – Al.
-    ¿Me estas jodiendo? – pregunté con los ojos desorbitados.
-    No.
-    No lo puedo creer.
Mocca estubo a punto de decirme algo, pero le interrupió un grito de esa chica.
-    ¡¿Me estas diciendo que no queres volver con migo por nada?! Vamos, soy mucho mejor que esa. – opinó, completamente fuera de lugar según mi punto de vista, señalandome. Antes de que le insultara, Mocca tomo mi mano para tranquilizarme. Sentí como enrojecía, aunque no estaba segura de porque.
-    Si. – le contestó Leo – Y nunca serías mejor que ella.
No pude hacer mas que sonreir conmovida.
-    ¿Qué? – preguntó en un tono casi inaudible.
-    Lo que escuchaste. No te quiero, no me gustan las chicas que no piensan, ya no. – contestó Leo.
-    Pero…
-    Hasta nunca, Adelise. Espero no volver a verte. – dijo Leo cerrandole la puerta en la cara.
Se dio vuelta y me miro.
-    Diculpá eso, no queria…
-    Gracias. – dije.
Su sonrisa me demostró que ya estaba mejor, gracias a mi, quise imaginar.



Bueno, la parte en cursivas es la conversacion que tuvieron Mocca y Luna antes, espero que les guste, aunque siento que estoy llendo algo lento. Pero esta parte era necesaria..
Mikuu!

P.D.: creo que me cope un poco con las imagenes de besos jajajaj ^_^

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