Welcome to my blog, hope you enjoy reading :)
RSS

29 de junio de 2011

Sin palabras


-    ¿Qué haces aca? – preguntó sin soltarme Leo.
-    Vine a estar con vos. Te extrañaba. – contestó con esa irritante voz Adelise, tomandolo del brazo a Leo y forcejeando, exitosamente, para que me soltara.
-    ¿Y nunca pensaste que tal vez no querriamos verte? ¿Por qué no me sorprende…? – comentó Mocca. Lo tomé del brazo.
-    Hay, Martincito, ¡estas muy lindo! – opinó intentando tocar una de las mejillas de Mocca, a quien, con bastante agilidez, aparte. Me miró con odio.
-    ¿Cómo estas? – me consultó con falso interes.
-    Muy mal. – conteste con la misma sonrisa falsa.
-    Hay, que pena… Te dije que los chinos no son buen partido, supongo que alguno te rompio el corazon.
-    Ah, por mi corazon no te preocupes, esta mejor que el tuyo. – dije sin sacar esa molesta sonrisa de mi cara. No entendía como ese tipo de chicas podían mantenerla por tanto, debería ser una ardua practica hasta que te salga bien.
-    Muy graciosa, no creo que quieras una pelea en tu colegio. – me amenazó.
-    Bah, ni que me importara ¡Ya es diario! Ademas, tengo quienes me ayuden.
-    Seguro que yo tengo más en una sola clase. – me retó estúpidamente.
-    Como quieras, no me importa. Yo con mis tres gatos locos me basto. – contesté y me retire de ahí con Mocca y Marcos detrás.
-    ¿Qué gatos locos? – preguntó Marcos.
-    Vos, Leo y Mocca. – contesté tranquilamente - ¿O te molesta que te incluya?
-    Para nada, pero deberías incluir a los otros chicos, como Miggy o Simón…
-    No se, no creo que, en especial Simón, se quieran poner en contra de una chica como ella…
-    Pero aun no entiendo quien es…
-    Es la ex de mi hermano. – le informó Mocca. Su cara era muy seria.
-    Tranquilo, no vale la pena enojarse por una idiota. Nuestras neuronas merecen preservarse para futuro si vamos a tener que lidiar con mas de estas. – comenté pasandole un brazo por los hombros. Mocca se rió, aunque Marcos no lo entendió, aunque no teníamos tiempo para explicar ese chiste, ya que teníamos que formar.
Es el día de hoy que no entiendo porque en los colegios hay que formar para saludar a la bandera. No eramos estadounidenses con su amor por su país, eramos argentinos con nuestro amor por los otros países. Hay gente que no se sabe ni su propio himno, y que a la hora de “saludar” a la bandera no hacen mas que rascarse o hablar. Creo que, si lo que se busca con este saludo es demostrar respeto, el objetivo nos salia al revez. Ni yo, por mas patriota que sea, me sabía el himno que cantabamos por las mañanas (ya que por si no lo notaron, hay millones de himnos para cada cosa), y me parecía una pérdida de valioso tiempo (mas de media hora ciertos días por la falta de organización de los alumnos) que podríamos usar para otras cosas (como para dormir y no cabecear mas tarde en clases). Era una injusticia tanto para nosotros como para el pobre, aunque bastante crecido, orgullo nacional. Obviamente hay otras opiniones, esta es la mía, si le preguntan a un profesor puede que concuerde conmigo, pero no estoy segura de otros, y la verdad, no soy una fanática del ridículo para preguntar sobre el izamiento a la bandera a la primer victima que se me cruce.
Era el recreo, y, como de costumbre, andabamos revoleando cosas por ahí. Ya con tanto tiempo ma había vuelto un pibe mas, me consideraban “el chico gay” (aunque ese no fuera yo).
-    ¿Vieron lo buena que esta la nueva de quinto? – preguntó Simón.
-    Si, totalmente. – asintió el resto. Eso me enojó, y termine revoleando el borrador (que lo tenía yo) de la bronca. El pedazo de madera volo tan alto que golpeó con uno de los focos de luz (esos largos que parecen de emergencias), destorandolo en mil pedazos, los cuales calleron al piso dejandolo casi blanco. El estruendo había sido como un terremoto y no tardo mas de cinco segundos para tener a toda la secundaria en la puerta de tercero.
-    ¡bueno, tampoco para que te pusieras tan celosa! – comentó Miguel.
-    No estoy celosa, ¡alguien que los saque mientras junto los vidrios! – ordené refiriendome a los espectadores ajenos a mi clase.
-    Hacelo vos, nosotros nos encargamos de limpiar. – me dijo Mocca, entonces me dirijí a la puerta, cerrandola con un portazo.
-    ¡Vayanse idiotas! ¡Van a llamar la atención! – grite del otro lado del vidrio que permitia una vista “panorámica” de la clase. Se fueron llendo y solo quedo Leo.
-    Dejame pasar. – ordenó. Me negué.
-    Ni loca.
-    Dale, soy yo. – me intentó persuadir.
-    No dejes pasar a nadie. – ordenó Marcos.
-    ¿Qué hacemos con esto? – pregunto entonces Miguel sosteniendo un tercio del tubo.
-    Dame. – ordeno mi testaruda voz, y sin pensarlo, tire el tubo por una ventana que daba al techo de la otra clase. Fue otro estruendo y estallido, cullos pedazos rotos salpicaron como gostas de agua cuando tiran una piedra al mar, cortandome la palma de la mano.
-    Buena idea. – me felicitó Simón.
-    Mierda… - me quejé mirandome la mano sangrante. Todos gritaron de horror y dieron un paso atrás de la impresión menos Mocca, quien me tomó de la mano y me llevó a un baño, increíblemente desierto.
-    ¿Nunca pensas lo que haces, no? – preguntó con enojo.
-    Honestamente, rara vez. – respondí.
-    ¿Qué paso? – preguntó Leo entrando al baño. Miró mi mano cortada bajo la canilla abierta y dio un paso atrás, palideciendo.
-    ¿Te da impresión la sangre? – pregunté divertda.
-    Claro que no, no seas ridícula Luna. – negó Leo - ¿Cómo me va a dar impresión…? – caminaba hacía mi, y se detuvo para volver a retroceder al ver mi mano aun sangrante – Hay la puta madre…- insultó totalmente impresionado mirando para otro lado.
-    No puedo creer que te de miedo la sangre. – comenté con sorpresa.
-    No le da miedo, le da impresión. – aclaró Mocca burlandose de su hermano.
-    ¡No te burles! – se quejó Leo.
-    Cierto, Mocca, no te burles. – dije guiñandole un ojo a mi amigo – Es algo serio.
-    Cierto. Pero, para… ¿vos tambien me burlas? – consultó indignado.
-    ¿Yo? Por favor…
-    Me parece que mejor que avisemos a alguien de la herida, no para de sangrar. – anuncio Mocca preocupado.
-    Pero… no es para tanto, es un cortesito… - dije.
-    Ts… - rió amargamente Leo.
-    Luna, mirate, no para mas, y es un corte bastante feo. – explicó sacandome la mano de debajo de la canilla.
-    ¡Ponela de vuelta, idiota! – exclamó Leo impresionado.
-    No es nada. – dije yo.
-    Luna, vamos. – ordenó Mocca y me arrastro hacia secretaria. Si, secretaria, nuestro colegio ni siquiera tenia una enfermería.
Una de las cosas mas caracteristicas de mi persona era mi negación hacía las enfermedades. Siempre que me sentía mal lo negaba o, en caso de que este muy mal, decía que no era para tanto, por lo que podría tener neumonía (lo que ya me paso) y estar en mi cama sin decir nada al respecto (hasta que mi mama se dio cuenta por si sola y me dio un sermon de aquellos). Lo peor del caso es que no me daban miedo ni la muerte ni las enfermedades, es que… ¿Por qué preocupar a otros por algo que podría no ser para tanto? Se que esta mal lo que digo, que podría no ser para tanto pero, no sé, es como pienso en esos momentos.
Bajamos las escaleras a la secretaría junto con Leo, cuya palidez era algo a lo que nunca me podría acostumbrar, siguiendonos, aunque sin mirar a mi mano, la cual no paraba de sangrar, y debía admitir que bastante dolía. Me sentí bastante mareada, y hasta dudaba mi visión. Llegamos y ya sentía como si no hubiera dormido por un buen tiempo. Tampoco que hubiera perdido tanta sangre como para sentirme asi, no lograba comprender la razon… pero ya había caido inconciente sobre Mocca.
Desperte sintiendo un dolor punzante sobre la palma de la mano izquierda. Abri lentamente los ojos para encontrarme en la oficina de la directora. Me levante, sintiendo una presión como si mi cerebro no aguantara tanto contenido. Eso es lo que les pasa a los inteligentes, pensé en broma. Sentí como de a poco me iba mejorando, aunque al ver mi mano tuve ganas de volver a desmayarme: me habían cosido la herida. Menos mal que me había desmayado, porque aguantarlo despierta hubiera sido un martirio.
Despues de inventar las razones de mi accidente a la directora para evitar que nos retaran.
-    Es que traje una botella de vidrio y se me callo al hacer un movimiento y se rompio, y al levantar la botella me corte. – respondí sin siquiera darme cuenta.
-    Veo. No tenes que traer botellas de vidrio. – me regañó la directora.
-    Esta bien.
-    Bueno, entonces ya esta. Tus padres vendran a buscarte en cualquier momento.
-    Que raro que encontrara a alguien.
-    Su hermana estaba en la casa, dijo que avisaria.
-    Ah, bueno… ¿Y Martin y Leo? Me habían acompañado hasta secretaría…
-    No la llevaron a secretaria, a usted la trajeron directamente aca.
-    Ah, no me di cuenta. – comenté – Creo que me desmalle antes.
-    Si, el señor Giordano la trajo en brazos. – sentí como me sonrojaba.
-    ¿Cuál de los dos?
-    El mayor. – contestó.
No lo podía creer. La directora me dejo con la imagen del pobre de Leo cargandome escaleras abajo a la oficina de la directora con la mano sangrante. Me había quedado sin palabras.
-    ¡Luna! – exclamó mi hermana - ¿Cómo te sentis?
-    Bien. – contesté mientras ella cargaba mis cosas y saliamos del colegio.
-    ¿Qué te paso?
-    ¿No te dijeron?
-    Si, algo de una botella de vidrio pero no les creí. – me contestó.
-    ¿Por?
-    ¡Vamos Luna! Creo que te conosco lo bastante para saber que vos odias las gaseosas en botella de vidrio. – me contó para mi sorpresa, no podía creer que se hubiera dado cuenta de ese detalle tan estúpido.
-    ¿Cómo te diste cuenta? – pregunté bastante conmovida.
-    Por que nunca las pedis en los restaurantes porque tienen muy poca bebida, se que sos algo rata con esos temas. – dijo.
-    Muy graciosa.
-    Es la verdad enana.
Entonces el resto del día lo pase en mi casa. Que aburrimento. Menos mal que Bianca se habpia pedido el día para cuidarme y solo fue unas pocas horas a la facultad. Cuando volvió, trajo con ella peliculas y series grabadas para que no me muriera del aburrimiento.
A pesar de lo tierna que había sido mi hermana al traer cosas para ver conmigo y no me sintiera tan mal, nunca me sentí mas agradecida que cuando Marcos, Mocca, Simón y Miguel vinieron a verme. Me disculpe con mi hermana y baje a abrirles a los chicos. “¿Cuando vas a tener amigas, como si fueras una chica?” murmuró Bianca cuando salí del departamento. Cuando baje, les deje pasar a mis amigos y subimos. Mi hermana no les dio bola y siguió viendo ese martirio de película. Los deje entrar a mi cuarto, donde se sentaron los cuatro en mi cama.
- Tu hermana esta muy buena. – opinó Simón.
- Eh, volve a decir eso frente mio y te rompo la nariz. – le amenacé.
- Vamos Luna, - dijo, ofreciendome un lugar a su lado – vos sabes que siempre vas a ser mi favorita.
- Si, seguro Simón.
- ¿Cómo te sentis? – consultó preocupado Mocca.
- Bien, gracias.
- La hiciste muy bien. Aunque… ¿Qué dijiste para que no nos retaran? – preguntó Marcos.
- Le dije que se me había roto una botella de vidrio.
Todos se rieron.
-    Pero, ¿Qué esta viendo Bianca? Parece una película melosa… - comentó Mocca.
-    No se, es una francesa. Casi vomito. – contesté.
-    Uuh, ya es bastante con esa afrancesada de quinto… - se quejó Marcos.
-    ¡Totalemente! – concordó Mocca.
-    ¿Pero que tienen en contra de ella? Digo, no nos hizo nada. – opinó Miguel.
Y Mocca le relato la historia, con partes uqe yo no me había enterado antes, de la relacion entre Leo y Adelise.
- Mi hermano estuvo con ella hace… un año. – contó Mocca – Se conocieron en el colegio y Leo se había quedado obsecionado como idiota con ella y no se como hizo… aunque bien que le tardo su tiempo estar con ella. Addy no le daba bola, aunque siempre que podía le histeriqueaba y después se lo encontraba con otro, el cual Luna, era tu gran amigo Al por lo general, que para esos entonces era muy amigo de Leo. Me tuve que aguantar al malhumor de mi hermano por un buen tiempo, y la depresión de cuando él le cortó a ella ni les digo…
- ¿Él le cortó a ella? ¿Esta mal de la cabeza? – preguntó Simón.
- No genio, es que en el poco tiempo juntos ella ya le metía los cuernos, con Al – aclaró mi amigo mirandome - , y no daba seguir juntos.
- Ah, pobre. – comentó Marcos.
- Me suena mucho a capricho. – pensé en voz alta.
- Yo pienso lo mismo, pero ni se lo digas que te mata. – me pidió Mocca – Por cierto, Luna, te pido por el orgullo de mi hermano, no vuelvas a hablar con ese idiota.
- Para, Luna, ¿Conoces a ese Al? – preguntó Miguel sorprendido.
- Vos tambien idiota, era compañero nuestro. – contestó Marcos – Aunque no sabía que aun lo veias Luna.
- No fue nada…
- Solo se le tiró. – terminó la frase, erróneamente, Mocca.
- ¿Te le tiraste? – preguntaron todos – Entonces, ¿te lo chapaste?
- Si, ¡pero yo no me lo tire! ¡Fue él! – me quejé.
Todos se rieron de mi y hasta me felicitaron. Todos menos Mocca que no veía el chiste.
Al rato se fueron, dejandonos solos a Mocca y a mi en la puerta del edificio.
-    Mocca, no te ves bien…
-    No importa, por lo menos ahora se que estas mejor. – dijo sentandose, algo cansado, en las escaleras.
-    Pero, ¿Qué pasa? Me preocupas…
-    No lo hagas – me interrumpió. Yo ya me había sentado a su lado.
-    ¿Qué mierda te pasa? ¡No podes tratarme asi! ¡Si te quedaste enojado por lo de Al, no te parece que estas un poco tarde para eso?
-    No es solo eso… No entiendo como no te das cuenta… debe ser por Leo. Supongo que, no es tan malo perder contra él. Despues de todo…
-    ¿Perder? ¿Qué perdiste?
-    A vos. Luna, mira… - no podía respirar, lo miraba a él, que estaba mirando al piso, pero cuando me miro pareció arrepentirse de algo – no te quiero confundir disculpame. – concluyó y se levanto dispuesto a irse.
-    ¡No! ¡Ya bastante me confundiste! – exclamé tomandolo del brazo para detenerlo – Ahora me decis.
-    No puedo.
-    Por favor. – suplique con todo bajo.
Entonces Mocca se acerco lentamente a mi sin sacar su mirada de mis ojos. Sus ojos eran fervientes, no lograba entender como esos ojos verdes podían quemarme de esa manera por dentro. Sentía como si poco a poco me encogiera y como si mi estómago estuviera siendo estrujado. Mis ojos, que no podían librar la trampa de los de mi, hasta ese entonces, amigo, estaban totalmente secos. Me mordí el labio tan fuerte que sentía el sabor de la sangre, y me agarré las manos tras mi espalda para no abalanzarme y abrasarlo. Tenía ganas de decirle que lo amaba, palabras que nunca habían salido de mi boca. Mi respiración iba a mil por hora a medida de que Mocca se acercaba a mi. Terminó tan cerca mio que nuestras narices se tocaban. Sentía su aliento fresco azotando mi rostro. Solte mi labio, con mi mente tan nublada que estaba dispuesta a seguirle la corriente. Ya Leo no era algo que me carcomía en la culpa, ya nada era. Apenas sabía quien era yo misma. Solo estaba Mocca. No se que paso, no se la razón pero él cambió su rumbo, me besó en la mejilla y posó sus labios en mis oidos.
-    Dejame salir.
Y entonces se fue.
Se fue, y mi conciensa volvió con una reprimenda demasiado pesada. No aguantaba la culpa. Había amado a Mocca por unos segundos. Estuve tan poco de engañar a Leo, al que, honestamente, adoraba. Casi lloro, pero algo en mi advirtió que necesitaría en otro momento esas lágrimas. Casi lo engaño a Leo, al que me quería a pesar de ser una rara y que me había cargado a pesar de la impresión que le daba la sangre hasta la oficina de la directora.
No quiero perder mucho en temas irrelevantes, ya que quiero llegar al tema que casi pone en riesgo, mas allá de mis dudas amorosas, a mi relación con Leo.Ya todo había vuelto a la normalidad, mi relacion con Leo y Mocca y hasta Luke estaba de vuelta, aunque ahora nos llevabamos mejor. Todo iba bien hasta que anunciaron un campamento de toda secundaria. La excitación murmuraba por los pasillos y los nervios por mi mente. Mi mamá prácticamente me obligó a ir.
-    Te va a ayudar a llevarte mejor con tus compañeras. – repuso en la mesa.
-    Pero, ¡yo ya me llevo bien con mis compañeros! – me quejé.
-    Si, con los chicos.
-    ¿Y que tiene eso de malo? – pregunté.
-    ¡Que sos una mujer, hija! ¡No podes ser tan masculina! Nunca te vi rodeada por amigas, y las cosas que hablas con una mujer no podes hablarlas con un chico. – recordé a Marcos, un chico gay, a él le podría contar ciertas cosas…
-    ¿Y si yo no tengo algo que no le pueda contar a mis amigos? Mama, nunca fui femenina, o no lo suficiente como para tener amigas.
-    No digas boludeces, Luna.
-    ¡No son boludeces! Date cuenta de que apenas puedo hablar con Bianca de cosas que ella habla, no se hablar con chicas. Y menos con mis compañeras, ¡que se la pasan burlandome y mirandome como si fuera inferior! Ademas, tene en cuenta de que me odian por llevarme bien con Leo y Mocca, ya que todas estan obsesionadas con ellos dos.
-    No me importa, vas y punto.
Esa respuesta fue la que dicidió lo que fue para mi un martirio. Compartir cuarto con las chicas era una cosa que hasta Simón parecía un cordero inocente. La manera de tratarse iba ya a la total falta de respeto hacia ellas mismas. Se trataban con total sarcasmo y, como si fuera poco, ninguna charla comprendía un ambito mas intelectual o interesante que el de la moda, los chicos, ellas mismas y sus grandes virtudes, insultos a otras no presentes (supuestamente amigas suyas) y defectos ajenos. Se la pasaban llamandose, y seriamente, gordas (cuando eran extremadamente flacas) y “grasas”. No se como sobrevivi, pero es el día de hoy que mi mente sigue relativamente sana.
El día me lo pasaba con mis amigos (Mocca, Marcos, Miguel y Simón). Uno de los días nos sentamos en una de las últimas cenas al lado de Leo y sus amigos. No tengo palabras para explicar lo raro que actuaba Leo frente a sus compañeros. Era simplemente un idiota.
-    Che Lunatica, ¿Te viste un buen hentai en estos dias? – preguntó uno de sus amigos, Julián.
-    Para, que no tiene medios para verlo. – advirtió otro de cuarto, creo que era un tal Nicolás, aunque no lo ubicaba.
-    No veo hentai, eso es para pibes…
-    Vamos Luna, - me animó Julián guiñandome el ojo – no seas amarreta y pasa el nombre. Todos lo sabemos.
-    Eh, no la jodan a Luna, eso solo lo hacemos nosotros. – previnó Simón.
-    Uh, que miedo. Deberian compartirla un poco. Despues de todo, es la única en el colegio lo suficientemente boluda para divertirse por buen rato. Las otras te terminas hartando. – opinó Nicolás. Los tres, incluyendo Leo, se rieron.
Ninguno contesto, aunque en ese momento mi respeto hacía Leo calló en picada. Me sentí desilucionada, como si un nene se diera cuenta que su superheroe favorito no era mas que una ilusión, algo inventado. Eso era lo que sentía en esos momentos sobre nuestra relación: había sido todo una ilusión. Un anhelo mio. Tuve otra vez ganas de llorar, pero las lágrimas ni acudieron a la llamada, menos mal, hubiera sido un bochorno llorar en ese momento.
Con los animos por el piso, esa noche me quede un rato sentada en una de las mesas del camping, que quedaba lo suficientemente lejos como para que no me notaran. Mi mente estaba en gris, ya que con mi humor no lo podria llamar a eso blanco.
-                          ¿Qué te pasa? – me preguntó, para mi sorpresa, Leo.
-                          Nada. – respondí fríamente.
-                          ¿Estás bien? – consultó aparentemente preocupado. No podía verlo, solo quería golpearlo. Era, en esos momentos, lo único que me desquitaría.
-                          Si, barbaro. No sabes como me gusta que me burlen con esos temas… - dije sarcásticamente, con un tono bastante amargo.
-                          Luna, ya viste como son, idiotas…
-                          Eso lo se, lo que no entiendo es el por qué no los paraste o por qué te reiste. – le informé. La bronca me llenaba y me costaba horrores no mirarlo, pero sabía que si posaba mi mirada sobre él, estaría perdida.
-                          Entonces ese es el problema… mira, nunca pense que fuera para tanto…
-                          Y no lo era. – admití – Lo que era para tanto fue que… no se, paresía que pensabas como ellos. No te culpo, pero honestamente…
-                          ¿Honestamente qué? – preguntó alarmado.
-                          Me desilucione en cierto modo. Solo deja que se me pase, por ahora no estoy enojada.
-                          No entiendo, ¿Qué queres entonces?
-                          Tomemonos un descanso. Asi lo que hagamos aca no va a dañar demasiado lo nuestro una vez de vuelta. Disculpame es que… - y entonces se me cortó la voz. No me faltaba mucho para quebrar y que las lágrimas brotaran de mis ojos.
-                          Luna, te juro que no voy a hacer nada, no hace falta…
-                          Es lo mejor. Asi de paso aclaras un poco lo que sentís por mi y Adelise. – explique. Recordaba lo cerca que habían estado en los últimos tiempos, lo que me dolía. Mejor que se decidiera y cortara cuanto antes la cosa si seguia enamorado de esa francesita.
-                          No hace falta. Mirame. – me pidió, y con un gran esfuerzo porque el dolor no saliera le miré – Te quiero a vos, no a esa idiota. A vos.
-                          Lo sé, pero… creo que necesitas un tiempo.
-                          Te quiero. – dijo antes de darme un abrazo.
Entonces Leo me despidio con un beso en la cabeza y se fue.
Mi cabeza era un remolino de cosas mezcladas. Lo amo, lo odio, es un idiota, es un amor… ya no sabía que pensar.
No volví a hablar con Leo en todo el campamento.
Tenía el corazon destrozado.
Por suerte, fue bastante corto, y no mucho después volvi a mi casa. No dejaba de preguntarme si Leo le habría contado algo a Mocca con lo cercanos que eran. Se me había ocurrido la estúpida idea de que si algo pasaba con Leo y Adelise yo intentaría algo con Mocca. Me si asco. Sacando ese momento, tuve bastante fe en Leo.
Lo que nunca predije antes de pedir ese “recreo” era lo que haría él después de volver. El primer día de clases Leo no me dirijió la palabra. Al segundo tampoco. Ni siquiera el tercero. Los días no cambiaban mucho en cuanto a lo monótono de nuestra inexistente relación. Me carcomía por dentro el no saber el por qué de su frialdad. Según Marcos, mi principal consejero amoroso, se sentía dolido por mi actitud, pero ya había pasado un mes y su orgullo no se restablecía. Me estaba desesperando de a poco, y como si fuera poco, Leo faltaba mucho últimamente. Cuando le preguntaba a Mocca él me respondió que estaba estudiando mucho para la facultad, pero un día me vino con una bomba.
-    Luna, mira, Leo se va como estudiante de intercambio a…
-    ¿Es joda? – le itnerrumpi escupiendo toda la bebida. Habia elegido un mal momento para decirmelo.
-    Si, pero limpia eso. – ordenó mientras yo ponía servilletas sobre la mesa para secar.
-    ¿Qué paso? ¿Por qué no me enteré antes? – pregunté.
-    No se, yo apenas me enteré. No habla nada. ¿Qué paso entre ustedes? – consultó.
-    Despues te digo. Ahora, ¿Cuándo, por cuanto y a donde se va?
-    Se va en una semana. No va a venir, y no creo que quiera verte. Disculpa. Y no se bien, creo que por un més no va a estar.
-    ¿¡Un més!? – repetí.
-    Si, se va a Italia. – me informó.
-    ¿Por qué decis que no quiere verme? – pregunté.
-    No se. Pero esta bastante ofendido.
Ya no sabía que pensar. Estaba sin palabras otra vez. Leo se me iba, y por mi culpa nuestra relación se deterioró de una manera jamás imaginada. Por el otro lado, la rabia me atacaba con bastante fuerza.
No importa cual de esas ideas eligiera, sabía que tenía que hacer algo.




Esta es solo una historia-puente para explicar lo que pasa en la proxima. ¡Se acerca el final!

0 comentarios:

Publicar un comentario